Zancadillas irónicas en el cuento ‘Las mujeres miran las estrellas’ de Pablo Palacio.

POR: PILAR CALDERÓN.
Al retornar a la obra de Pablo Palacio me identifico con las palabras de Barthes (S/Z) acerca de la relectura,  “no es ya consumo, sino juego (ese juego que es el retorno de lo diferente)”, así, percibo el extrañamiento, las palabras al sonarme  diferentes marcan el sesgo literal, lo  sígnico me traslada a una mirada singular, hacia el discurso en la superficie, como si las palabras estuvieran ahí dispuestas a ser intercambiadas y remodeladas; parecería que fueran solo cascarón, pero no, al discurrir por los modos narrativos aquellas tienen sentido, ¡claro!, lo justo para construir la  ironía, el recurso/resultado narrativo   para desestabilizar lo convencional.
      Por cierto, al describir mi experiencia en la obra de Palacio surgen los rasgos del vanguardismo del cual él es uno de los representantes en  Latinoamérica. Las diversas tendencias del vanguardismo que se originan en Europa a partir  de las dos primeras décadas del siglo XX coinciden en la libertad y apertura hacia nuevas formas artísticas, se produce la ruptura en cuanto a la recepción del producto artístico, la mirada, la perspectiva cambia, en lo pictórico, y en lo literario el lenguaje busca también dislocar el discurso canónigo.
      Ahora bien, ¿qué aspectos de las narraciones de Pablo Palacio podrían persuadir al lector actual?
Examino el cuento La mujeres miran las estrellas, publicado en la revista Hélice el año 1926 y  narro:
      El historiador  cuarentón Juan Gual en el estudio de su casa  pretende razonar de cabeza sobre los  folios, junto a él, yace  el  copista; sí, hasta el último aliento el historiador no pierde detalle de los sucesos, cual repetición inútil oraliza los datos, pero todo el esfuerzo intelectual, (el narrador dice que mejor son los locos) se diluye en pensamientos lascivos producto de la insatisfacción debido a  su disfunción viril; la falta   lo avergüenza especialmente ante su joven esposa que “tuerce” ;-0 miradas hacia el joven copista (¿no dije que era joven?). Entonces,  Juan Gual requiere urgentemente alguna receta casera que lo cure no solo del “vigor” sino  de  ingenuidad,  ya que la esposa espera un hijo y no es precisamente de él.
        La reseña anterior puede estar sujeta a cambios,  lo que interesa destacar es el método incisivo (particular mirada) del narrador distribuyendo las palabras literales y extrañas combinaciones sobre la trama con el fin de desestabilizar en la ironía los prejuicios y orgullos de Juan Gual. El punto de vista del narrador pone en evidencia a través de los recursos del lenguaje las sombras de Juan Gual y particularmente  la versatilidad en las combinaciones lingüísticas (lo literal del significante  equilibra el  sentido en la  ironía) que instituyen lo literario. 
De la mano de  Las mujeres miran las estrellas, presento algunos aspectos que muestran la poética de Pablo Palacio a partir de mi lectura:
-La dislocada y perturbada alegoría en el siguiente párrafo: 

      Juan Gual, dado a la historia como a una querida, ha sufrido que ella le arranque los pelos y le arañe la cara.

-El baño vanguardista: Tropos audaces 

“Los historiadores, los literatos, los futbolistas, ¡psh!, todos son maníacos, y el maníaco es hombre muerto. Van por una línea, haciendo equilibrios como el que va sobre la cuerda, y se aprisionan al aire con el quitasol de la razón.”

  
-Exploración irónica del narrador, da en el blanco y acierta:

Pero el hombre de estudio no ve estas cosas o permanece escarbando en las narices del tiempo la porquería de la fecha o hilvanando la inutilidad de una imagen, o abusando inconsiderablemente de los sistemas inductivo y deductivo.

-Los  significantes del cubismo, todo se vuelve plano como un mensaje de texto: 

El historiador Juan Gual Del gran trapecio de la frente le cuelgan la pirámide de la nariz y el gesto triangular de la boca, comprendido en el cuadrilátero de la barbilla.
 El señor Gual endereza su pequeño cuerpo y va a besar en la frente a su mujer. Esta mujer, clavando una mirada oblícua en Temístocles, hace de su boca un paréntesis.

-Oda a la mirada bien mirada que se convierte en reflexión filosófica:

Siempre estamos mirando a la ventana, que pase el buen tiempo. Aguardamos que caigan las soluciones del tiempo mismo. Sentados en nuestras butacas contemplamos el cinematógrafo de nuestros hechos. Miramos hacia arriba para encontrar la claraboya por donde hemos de salirnos, pálidos y azorados, y ser espectadores del propio drama estupefactos, si es posible, si la vida lo permite.

-La ironía indigesta parcialmente  a Juan Gual, el cinismo aflora y la reputación está salvada:

El señor Gual se traga algo tan voluminoso que parece una cuartilla de monólogo, y continúa, más difícilmente debido al atragantamiento.

-Eso de la muchacha…ya pasó. (…) Sólo los perros son fieles…para con los hombres. Sólo los perros: lo perros.
Silencio.

Este es el sello narrativo de Palacio la relectura siempre dará  otra oportunidad   para seguir mirando las estrellas.

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