POR MIGUEL MUÑOZ
Ya bien entrado el siglo XXI, un viejo exiliado americano pasa sus días en La Habana casi como cualquier otro cubano. Entre el olvido y la mera supervivencia, John G. Greene continúa su pasatiempo de recortar y guardar noticias, solo que ahora las baja de Internet gracias a una de las pocas ventajas que todavía puede obtener de su nacionalidad. Cuando no hace eso, Greene se dedica a seguir adorando a su querida Marilyn Monroe; rememora sus actuaciones, observa con empeño sus fotos y mira sus películas una y otra vez.
Así presenta Raúl Vallejo al protagonista de su última novela, Marilyn en el Caribe. Una nouvelle, o novela corta, que cumple con las expectativas del género. La trama abarca un solo día, entre recuerdos y reflexiones, y finaliza con el comienzo de un evento que ha sido anunciado en las primeras páginas. Pero, no sin pericia, el autor logra camuflar el breve episodio que narra dentro de uno de los momentos más interesantes y decisivos de la historia.
La noticia del escándalo que produjo el hacker australiano Julian Assange, confinado en la embajada en Londrés de un país al que el narrador denomina con un afectado cliché, hace que la memoria de Greene saque a flote un evento similar. La información de WikiLeaks sobre Silvio Berlusconi, antiguo primer ministro italiano, y su relación con la prostituta marroquí Karima El Mahroug recuerda a Greene el supuesto amorío entre la actriz Marilyn Monroe y el entonces presidente americano John F. Kennedy.
Lo que mueve esta historia, sin embargo, es la prueba de que este presunto romance sí ocurrió. Greene, que trabajó como jardinero de los ricos en Los Angeles, recuerda el motivo que lo llevó a vivir a Cuba: posee el diario de Marilyn en donde está la confirmación de esa aventura. Pero lo suyo es solo una copia hecha a mano, el original se lo dio hace ya muchos años, luego de una huida sin perseguidores, al Che Guevara, quien lo despachó entre malentendidos y promesas.
Marilyn en el Caribe parodia y homenajea a la vez las novelas de espionaje de la Guerra Fría. ¿No es su protagonista acaso un guiño al autor de Nuestro hombre en La Habana, el inglés Graham Greene? Pero la forma y las claves que Vallejo utiliza sirven más bien para poner de relieve, bajo la mirada progresista, una época en la que Cuba resplandeció entre las potencias antagonistas e impuso una forma diferente de vida.
Pese a lo anterior, la esencia de Marilyn en el Caribe recorre líneas más generales; tiene que ver con la amistad entre el viejo expatriado, el santero Usnavy y la jinetera Odalys. El clímax con el que concluye el episodio del libro no es solo espacial, sino que también funciona como metáfora de la vida de Greene. Se trata, como en varias novelas del sudafricano J. M. Coetzee, de la aventura romántica narrada sin reparar en la sensación de ridículo que injustamente se le ha asignado a la vejez que apuesta por el amor.