La sincronía, la exposición y otras desgracias


¿Cómo entender el mundo si no es a través de esas pequeñas historias que dimensionan, que aterrizan lo secreto? Salvador Luis Raggio hizo un libro de cuentos en que las cosas que suceden pueden sonar extremas, pero si en medio de la lectura del libro te cruzas con una noticia en la que dos periodistas son asesinados en vivo y que el video del hecho fue subido a las redes sociales por el mismo asesino, sabes que hay algo que la ficción ya no puede contener. Ya no es lo oculto, es eso que se pensaba secreto y que se comparte. Es eso que vivimos y que este conjunto de relatos parece contar, en sincronía con su tiempo.

Si un cuento es un universo, Shogun inflamable (Editorial Casatomada, 2015) responde a la idea de los multiversos.

Un ser se come a otro; personajes tratan de comprender la extensión completa de la crueldad hacia otros seres vivos; alguien deja de ser Martin Scorsese —travestido en Robert De Niro haciendo de Travis Bickle— y se vuelve Alfred Hitchcock; Mark David Chapman confunde tiempos y momentos antes de salir al encuentro con Lennon… En Shogun inflamable lo que importa es la sensación de vértigo, porque los cuentos (algunos cortos) abarcan más de lo que cuentan, dan vueltas, reverberan en uno cuando la lectura ha terminado. Estos relatos  están en sincronía con lo que nos sucede alrededor, coloca monstruos en entramados cercanos a quienes estamos familiarizados con lo digital. Hay estados de ánimo a la vista del público, fotos, imágenes, retuits. Hay bandos (que pasan por el fanatismo a Cobain convertido en secta), artistas en un extraño ejercicio profesional, como Cinthya Plaster Caster, en clara alusión a KISS (Salvador Luis probablemente sea el escritor más fanático de la banda neoyorquina, yo sigo), gente que comete crímenes pero que asegura que nada es lo que parece (Magritte dixit), actos reprochables que se vuelven tendencia mundial, vendedores de productos que diseccionan el momento. Criaturas como cualquiera de nosotros.

La literatura de Salvador Luis juega, reformula y reconstruye constantemente los mismos espacios que ha creado. Es también una literatura a la que le gusta circunvalar, sorprender con una palabra que parece fuera de lugar y que nos exige retroceder nuestros pasos para reconocer cuándo cayó la lluvia que cambió el estado de las cosas. Estos son cuentos para los hijos de esta época, los que saben de cultura pop; cuentos para detener la mirada, para reconocer la crueldad del aquí y ahora, para sentir algo más, cuando sentir está de más. Salvador Luis escribe con el pulso de un cirujano cardiovascular, con la pasión de un sombrerero loco dispuesto a contar lo que mejor sabe contar: historias sobre la humanidad del siglo XXI.

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