Günter Wallraff, el periodista enmascarado

En Alemania, Günter Wallraff  se ganó con sobra de méritos el apodo de «periodista indeseable». Su periodismo contradice los manuales de estilo del periodismo, desafía al fastidioso comportamiento ético que se le exige a la profesión.
Para realizar sus extensos reportajes y crónicas este alemán suele disfrazarse. Su lema es “Hay que enmascararse para desenmascarar a la sociedad. Hay que engañar y fingir para averiguar la verdad”.
Persiguiendo esa máxima, se ha hecho pasar por negro para escribir sobre las denigrantes situaciones que diariamente tolera la población afro en Alemania. Esta crónica, de cuarenta y tres páginas, en las que narra estas deprimentes experiencias se denomina «Negro sobre blanco: un extraño entre alemanes» y está incluida dentro de su libro Con los perdedores del mejor de los mundos (2010).
Se colocó una peluca negra y crespa. Luego se roció un aerosol con el que es posible reteñir la piel de blancos como él hasta que se oscurezca. También se introdujo grabadoras y cámaras ocultas en su cuerpo para que los lectores certifiquen lo que escribe. Los puristas del periodismo alemán desaprueban su método. Lo consideran poco ético.
Por un año entero recorrió Alemania y descubrió que el carácter incorregiblemente xenófobo del alemán no es un estereotipo, que es cierto, que a los negros se les impide visitar ciertas joyerías,  discotecas y hasta se les niega alquilar algunas viviendas. En las calles, un grupo de blancos, al verlo pasar, le lanzó los sonidos que emitiría un mono.
En otra ocasión, Wallraff  se disfrazó de mendigo para construir su crónica de cincuenta páginas «Bajo cero. La dignidad de la calle».  En ella critica cómo un país puede abandonar a sus indigentes incluso en noches en que la temperatura está a quince grados bajo cero.
Pero el trabajo que lo hizo conocido en Alemania fue el que realizó para su libro «Cabeza de Turco» (1987). Para esta obra se disfrazó de obrero turco y denunció las denigrantes condiciones en que laboran los extranjeros en la Alemania de la postguerra. Se vendieron cinco millones de ejemplares de este libro que ha sido traducido a casi cuarenta idiomas.
A partir de entonces, surgió el interés por el trabajo de Wallraff. Algunos críticos lo clasificaron dentro de los autores de literatura documental, otros dentro del grupo de artistas activos. Y otros, simplemente, como cronista. Él acepta todos esos calificativos.
Incluso, se ha creado un verbo en alemán para definir sus métodos: wallraffen (en castellano: «wallraffear»). En numerosas ocasiones, este autor ha conocido los tribunales. Hasta que en 1984,  la Corte Federal de Justicia alemana dictaminó que siempre y cuando sirvan para dar a conocer hechos negativos que sean de interés público, los métodos de Wallraff serán permitidos. Eso le ha permitido seguir con sus investigaciones.
Sin embargo, en entrevistas, Wallraff , quien ya tiene 71 años, ha confesado que cada vez le resulta más complicado seguir haciendo periodismo ya que lo están reconociendo (a pesar de los disfraces). Ser famoso para alguien cuyo trabajo consiste en pasar desapercibido, no es agradable. Ha dicho que busca sucesores. ¿Alguien se suma?

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