Guadalajara 2012: Un balcón para el realismo mágico

POR: ADELAIDA JARAMILLO.
 — Ese es Petrovic.
Minutos antes de que mi amigo René me señalara al escritor serbio, yo me había chocado con este hombre de rostro balcánico y de un tétrico metro noventa en la entrada del Salón 2 de la planta baja de la FIL Guadalajara.  Un poco encorvado, el rostro del hombre lucía sutilmente fruncido, motivo por el cual regresé rápidamente a tomar asiento.
Yo venía del D.F. en donde mi amiga, la poeta salvadoreña Lauri García Dueñas me había hablado de Goran Petrovic de manera tan vehemente, que al enterarme de la presentación de su libro «El cerco de la iglesia de la Santa Salvación» en la FIL, asistí sin pensarlo dos veces.  En el salón se encontraba un amigo al que admiro no sólo por ser un respetado editor, sino por ser un aventajado lector.  Dos buenas razones para pensar que el escritor que me dispongo a escuchar es bueno.
René López Villamar llegó para escuchar al autor con la lectura previa de sus cuatro novelas y el libro de cuentos Diferencias; «el mejor es Atlas descrito por el cielo» observó, cuando vio que yo había comprado La mano de la buena fortuna.  Pero como tengo preferencia por las historias de amor, creo que hice bien al escoger este.
Petrovic inicia el conversatorio borrando líneas limítrofes y comparando a los países con diferentes partes de la casa.  “México es el balcón de mi vida” dice, “cuando vengo aquí siento que abro las puertas y estoy en un hermoso balcón lleno de flores, (…) aunque vengo de Serbia, cuando llego pienso que sólo he dado un paso para estar aquí”.
Uno de los editores de Sexto Piso que conduce la conversación le hace una pregunta  sobre la imaginación, y aún cuando parece no querer responder termina diciendo algo muy cierto: “La imaginación es parte de nuestra vida, pero no es tan visible. Cuando pensamos que vamos a ganar un premio mayor, estamos imaginando.  Cuando creemos que una crema nos va a hacer reducir medidas, estamos imaginando.  Cuando suponemos que un jabón para lavar la ropa va a hacer más feliz a nuestra familia, estamos imaginando”.
Goran Petrovic ha asimilado a la imaginación como parte de su vida, está consciente de ella y sabe cómo utilizarla a favor de sus textos.
Cuando le toca hablar de su novela dice que al escribirla pensó en un embudo, pues los primeros capítulos, extensos, son reemplazados por menos y menos palabras hasta llegar a un último capítulo que sólo tiene una página.  “Yo quería indicar con eso que hoy hablamos muy poco.  Que reemplazamos las palabras con smilies, que la civilización ha dado un salto mortal, pero creo que el salto mortal no ha tenido éxito”.  Más de uno de los presentes asentimos con la cabeza.
Más adelante afirmó que recién con su cuarto libro se sintió escritor: “cuando publiqué El cerco de la iglesia de la Santa Salvación” comprendí que podía entrar en la vida de otras personas por treinta minutos, una hora, dos horas y me dio miedo”.  Luego continuó reflexionando acerca de los lectores y los libros: “aunque el libro que la dama tiene y el que usted tiene son iguales, no son iguales, porque en este, el actor es usted y su experiencia le agrega imaginación a algo que ya está plasmado”.
Las respuestas de Petrovic son poéticas, pero alguien del público, confundido, le hace una pregunta que más tiene que ver con la filosofía que con la filología y el serbio repregunta si alguien en la audiencia habla su idioma, todos nos miramos, nadie responde.  “Entonces de no ser por la traductora podría decir lo que quisiera” ríe e insiste que él es escritor y que no le gustaría pasar por un filosofo barato.
La charla finaliza con el escritor agradecido y aunque al día siguiente tiene reservado un módulo de firmas en el área internacional, la gente, veinte o treinta personas se agolpan para que les dedique su libro.
He conocido lectores incapaces de acercarse a un libro sin previa investigación del autor y del título.  Yo en cambio seré siempre una lectora candorosa, prefiero no dejarme influenciar por las críticas y sinopsis escritas por gente que no conozco.  Otro cantar son las recomendaciones de amigos, las cuales aprecio y recojo como en este caso, en el que puedo trasladar esta recomendación a ustedes.

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