Huellas en el mar (Suburbano Ediciones, 2014) es la primera antología editada por el peruano Doménico Chiappe, cuya característica principal es la procedencia de sus escritores, todos ellos narradores latinoamericanos que viven en España. Chiappe dice que a estos escritores los une haber dejado sus huellas en el mar, y tal vez no solo sus huellas, sino su ser. Huellas en el mar reúne a escritores de diez países, ejercitadores del cuento, que en esta primera entrega presenta a Santiago Roncagliolo, de Perú; Karina Sainz Borgo, de Venezuela; Cristina Peri Rossi, de Uruguay; y Antonio José Ponte, de Cuba.
Pero, ¿cómo englobar tal variedad de estilos y mundos en una antología y extraer de ellos un tema, una trama, un conflicto general? ¿Cómo englobar un criterio de una antología de diferentes escritores que resuma y recoja el valor literario de una selección de cuentos?
Iniciemos, así, no por los cuentos sino por los elementos que los constituyen. La música, por ejemplo, juega un rol importante y a veces decisivo en la trama. El primer relato, «Principiantes absolutos», de Santiago Roncagliolo, narra la historia de un músico y de su extraño amor por su vecina. Él, un saxofonista divorciado, intenta rehacer su vida entre bares y conciertos de jazz que nadie escucha y el amor que tiene por Bettina, su vecina de piso. Él se enamoró de ella (si acaso es amor) de manera extraña: un día la escuchó gemir mientras hacía el amor con otros hombres, su gemido, como un canto, le llegó al alma. La narración está acompañada con quiebres en la ficción en la que el narrador se dirige directamente al lector pidiéndole un descanso de la historia. «Principiantes absolutos» cuenta la historia de un amor o ilusión extravagante que únicamente tiene lugar en primavera; un amor que se construye a partir de las estaciones del año, de la música y de los sueños de querer ser alguien más, de querer vivir en un lugar diferente, pero lo único que hay es la realidad dura y desesperanzadora.
La música está nuevamente presente en «Tristán e Isolda», de Cristina Peri Rossi, cuento que narra la historia de un amor adolescente que nace desde la melodía de una pieza musical de Richard Wagner, un amor nobilísimo, osadísimo y bellísimo. «Tristán e Isolda» es un pre-texto que sirve de guía para entender el cuento homónimo. Una adolescente se enamora de su compañera de estudios, haciendo de éste un amor que rompe con el canon moral de la sociedad occidental; es un amor carnal, apasionado y lujurioso entre dos chicas que, una vez que se encuentran solas en casa, dan rienda suelta a sus pasiones. El amor y el encuentro amoroso, sin embargo, son, tal vez, una mentira, un sueño nacido del amor de Tristán e Isolda; tal vez sólo un sueño producto del amor a una pieza musical.
En una línea diferente se dirige el cuento «Almohadas», de Karina Sainz Borgo, en el que la locura es sinónimo de libertad. Una mujer vive el martirio de un matrimonio convencional y rutinario. Un matrimonio que ella no quiso, donde las peleas se libraban en la mente, con odio. Un matrimonio que bien podría ser como un hospital psiquiátrico, siempre opresor, monótono, donde nada pasa en lo práctico y donde las almohadas son el único recuerdo de la vida cuerda pero esclavizante.
Asimismo, «De este lado del muro», de Antonio José Ponte, narra la historia de un muchacho que llega de visita a la casa de un pariente que apenas y conoce. Una vieja de más de setenta años que está a punto de morir y que ha perdido gran parte de su casa a manos de su sirvienta. La casa donde vive la anciana ahora está dividida por un muro, en el lado más reducido de esta división vive la señora. «De este lado del muro» es una narración sobre el amor de familia, sobre la soledad, la amistad y cómo uno se reconoce como ser frente al recuerdo. Y, también, sobre la vida vista desde otro lado de la vida, de la realidad frente a la vida que vive el otro, acaso una nueva versión de «Casa tomada», de Cortázar.
Si el hilo conductor de esta primera antología de Doménico Chiappe es la relación de pareja, se debe afirmar, entonces, que no es una descripción del «amor-pareja» del canon de la sociedad occidental, sino del canon de la ficción, del mundo de las letras en el que el amor nace a partir de la melodía, de los quejidos, en el que el amor entre dos mujeres es abiertamente aceptado y, asimismo, en el que la juventud y la adultez pueden formar lazos afectivos.