POR: GISELLA ALVARADO.
Horacio Quiroga, escritor uruguayo del siglo XX, nos introduce a su recopilación de cuentos en donde el título, Cuentos de amor, de locura y de muerte, lleva a interpretar que las historias allí presentes están relacionados solo a esos temas, a las diversas problemáticas que suscitan estos tres componentes.
En «Una estación de amor», las cuatro estaciones climáticas sirven para representar de manera simbólica la cronología. Éste es un elemento esencial que trata de localizar la transición del amor dentro del entorno de los protagonistas. Aquí se permite especular ante la decisión del autor de finalizar con la etapa del invierno, se puntualiza que el cierre va a conllevar un aspecto posiblemente negativo. Los protagonistas, Nébel y Lidia, pertenecen a diferentes estratos sociales en donde el factor económico lo ha beneficiado a Nébel pero al mismo tiempo le ha impuesto consecuencias que involucran el rechazo absoluto del padre a cederle la herencia si opta por quedarse con su novia. Por otro lado Lidia, posee atributos femeninos atractivos en una joven de su edad pero eso al parecer no es suficiente pues el antecedente familiar es un asunto más determinante para provocar la separación de los dos enamorados. El factor social es rígido al juzgar a los semejantes si no poseen un código y una normativa de lo sociocultural de la época pero eso no le afecta al doctor Arrizabalaga, el cuñado de la madre de Lidia, que “autorizaba los chismes actuales que hinchaban su vanidad”.
Dentro de la narración se puede percibir como la autoridad de los progenitores impide tomar decisiones, representándose una batalla romántica porque implica la imposibilidad de poder consumir su amor por factores que van más allá de su control. En este caso vendría a ser el no poder lograr que cada familia pueda aceptar su compromiso. Aunque luego se produce un cambio en donde Nébel es dueño de sus acciones pero siendo un hombre casado debe mantener las apariencias frente a la sociedad, la decisión pasa a ser de él en no elegir a Lidia como su compañera pues la percepción y la necesidad que tenía de ella cesa tenuemente, pasando a un plano realista en donde las exigencias sociales son primordiales a diferencia de conservar sentimientos que podrían ocasionarle disputas innecesarias y a pesar de que aún yacían rastros de aquel amor puro concebido en su adolescencia debía afrontar la verdad de que ella ya no le convenía. Lidia bajo las influencias de la madre no logró culminar su vida de una manera apropiada y las consecuencias que se dieron para ella fueron egoístas porque termina encargada de su madre y el consumo de la morfina que había perjudicado a ésta por tantos años ahora pasara a sus manos, como un círculo vicioso imparable que hasta termina convirtiéndose irónicamente en el único bien que le dejaron.
En «La gallina degollada» se presenta desde su inicio un ambiente amoroso normal dentro de las ilusiones del matrimonio primerizo, pero los cambios que presentan rasgos de tragedia de vertiente pesimista pues la unión Mazzini-Ferraz empieza a manejar una problemática tajante: sus hijos nacen enfermos, los cuatro según lo que especifica el cuento, los describen como seres irracionales a tal punto que no pueden desarrollar ninguna capacidad cognoscitiva, volviéndolos limitados y considerándolos como individuos idiotas. Esta palabra se la conceptualiza como una enfermedad hereditaria pues tratan de descubrir la razón por la que sus hijos han desarrollado esta deficiencia, la base lógica del conflicto es saber quién es el culpable de otorgarle genes que provocan la idiotez. Tanto así es el remordimiento de culpabilidad que la custodia de ellos permanece en un limbo indefinido y su cuidado pasa a ser secundario, de interés mínimo, siendo alejados constantemente de la realidad de sus padres. Lo que logró ser un elemento de esperanza para la vida de ellos fue la aparición de su primera hija, Bertita, que fue la única normal entre sus hermanos. Las discusiones entre la pareja aún proseguían por los hijos pero las indisposiciones de la hija cuando enfermaba hacía que se unieran. Los hermanos fueron testigos de la matanza de una gallina por la criada y a partir de esto surge el último indicio que nos lleva a finalizar con el cuento. Al parecer el proceso de asimilación al ver como mataban a la gallina, lo adoptaron al ver a su hermana en una situación en donde la postura de su cuerpo influyo de cierta forma en ellos: “dominar el equilibrio, y como puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerro, entre sus manos tirantes”, relacionando la situación que habían presenciado y ejecutar las acciones que habían aprendido, finalizando así la vida de ésta y además algún rastro de esperanza para la pareja en tener un niño normal.
Ambos cuentos llevan a confirmar que, ante la sugerencia que impone el título del libro con el devenir de sus trayectorias, los cuentos de Quiroga logran manifestarse con mayores expectativas de lo que previamente hubiera parecido una limitación hacia el lector.