Revoluciones cubanas en Marte, de Ernesto Carrión. Uartes Ediciones, 2017. 123 páginas.
POR BISMARK LEÓN
La muerte del padre y las reflexiones sobre la familia son los temas del libro con el que Ernesto Carrión (Guayaquil, 1977) regresa a la poesía. La figura de su padre, asesinado con escopolamina en un asalto, es uno de los elementos que se emplean para pensar en las ideologías, en la muerte, en el pasado y en la infancia.
El poemario está dividido en cuatro partes. La primera, trata sobre el día en que muere el padre, el 19 de diciembre de 2014. Los versos empiezan anunciando un mundo donde “bien están los vivos entre los muertos”, un mundo que mantiene su orden caótico y hasta corrupto. La voz poética, al parecer, está consciente de la indiferencia de los vivos hacia los muertos, excepto cuando, posteriormente, aparece la muerte del padre: “Allí saltando en la noche más triste: la de tu muerte”. La imagen del hielo (el cadáver fue escondido por tres días en un frigorífico) y la irrealidad se apoderan del padre muerto en “un bar de locas”.
Esa irrealidad no solo quiere decir dejar de existir, sino también huir hacia un mundo deshumano, de leyes que parecen ser indiferentes, de vidas y trámites regidos por el mercado. Y en ese ajetreo están, reitera la voz poética, los vivos y los muertos “todos por igual revolcándose”. El pensamiento de irrealidad se borra cuando quien piensa un país (tal vez ideal) muere: “Padre irreal y patria irreal / Borrándose mutuamente dentro de un bar de locas”. En esta parte, la nieve —y el habitarla—, los personajes célebres del socialismo y la lucha socialista son las figuras que describen las creencias del padre “irreal” hasta su muerte en la mesa de un bar.
La segunda parte trata ocurre dos días antes de la muerte del padre, cuando Barack Obama anuncia su decisión de retirar el embargo a Cuba. El padre comienza a beber tras conocer esta noticia, sin saber, obviamente, que lo conduciría a la muerte: “cayendo desde tu personaje hacia tu sola persona: padre revolucionario durmiendo mansamente en un país de ególatras”. Este padre combatía en vano problemas que se resisten a desaparecer: “Luchando contra la usura en parajes ficticios”. La voz poética también hace notar los ideales perdidos y cómo estos se aferran tercamente a quienes viven en el alcoholismo. Reitera, además, la adicción del padre fallecido: “Sudamérica es un gran cementerio de borrachos con quimeras vacías”. Y el anuncio del expresidente Obama sigue dando vueltas una y otra vez como uno de los desencadenantes de un viaje sin retorno, de un viaje al abismo: “Bebiendo esa mañana en la que un cable internacional anunció el final de la lucha de tu pequeño cuerpo fiestero y comprometido”. Pero también hay una especie de distancia entre la voz poética y el padre: “En tu analfabetismo emocional. Y en mi analfabetismo socialista”.
La tercera parte se centra en el tercer día desde el anuncio de Obama, cuando encuentran al padre en el hielo: “Todas las cosas desaparecidas resplandecen de pronto. / Y tú emerges con ellas, soberbio, junto al sueño ensangrentado / de una rosa comunista frente al peñasco vacío”. La voz poética sabe que aquella figura no volverá y, lentamente, con nostalgia, se despide. El padre, ahora “real” y “desmenuzado para siempre sobre el río amurallado e impreciso de estos poemas”, solo deja los recuerdos recientes y los de infancia. Su cuerpo va donde le corresponde.
La última parte, señalada como una “guía de resurrección”, revive los recuerdos de infancia de la voz poética a partir de la muerte del padre, como si ésta fuera la causa para una reflexión final sobre el pasado: “Morir es aparecer. Dejar de una buena vez lo que desaparece”. Hay recuerdos de infancia donde se presencia la muerte de alguien “desde un balcón privado”. La figura viva del padre es descrita en su transitar por la casa, casi siempre ebrio y ausente. La madre, “aún herida / por la depresión”, llora y vela por sus hijos. La imagen de un cuerpo (el padre ausente o el muerto presenciado desde el balcón) y el bosque (un nicho imaginado por dos niños) van apareciendo y desapareciendo a lo largo de esta parte, como un ejercicio de memoria que termina por hacer comprender a la voz poética que “un padre no es culpable de otro padre”. Es decir, quiere buscar su propia identidad, inmerso en un mundo que es el mismo para todos. La muerte del padre no es vana, pues terminó por desenmarañar la vida de la voz poética para concluir que se puede separar del padre; o que desde siempre ha buscado separarse de él y sus pensamientos, esto es, “hasta hallar con nuestras manos el Pensamiento”. El padre y su lucha, así como la distancia del pasado, solo quedan como algo imaginario, una quimera, como sugiere el título del libro.