Cuando Julio Cortázar visitó a Abelardo Castillo en Buenos Aires, este y su novia estaban escuchando la radio y sonaba un pieza interpretada por Charlie Parker. El también narrador y, por esa época, director de la revista El escarabajo de oro cuenta que Julio no se asombró “porque en su literatura se nota que esos pequeños milagros le parecían naturales”. De esta vertiente de las excepciones que conviven entre los pliegues de la realidad nace la obra narrativa del gran argentino.
Pieza 1.- El nacimiento del maestro
“El que yo naciera en Bruselas fue consecuencia del turismo y de la diplomacia. Mi padre formaba parte del personal de una misión comercial agregada a la legación en Bélgica y, como acababa de casarse, se llevó a mi madre con él a Bruselas. Fue mi destino nacer durante la ocupación alemana de Bruselas al iniciarse la I Guerra Mundial”, con esta cita se justifica el tan nombrado nacimiento “accidental” que se menciona en las biografías de Cortázar. En 1914 empieza la historia de este escritor que, en sus primeros años, luego de realizar sus estudios en la una escuela normalista, se dedicó a la enseñanza. En la escuela rural San Carlos y en Chivilcoy fue profesor hasta 1944, experiencia de la que confesó:
En un pasado nebuloso, recuerdo que fui profesor de geografía, historia, lógica y , después de esta etapa decorativa, de literatura francesa. No crea que soy un erudito. En la Argentina, no hace falta saber mucho para enseñar a la gente cantidad de cosas inútiles.
Hay algunas conferencias y textos en las que el Cortázar profesor expuso sus ideas: “Ser maestro significa estar en posesión de los medios conducentes a la transmisión de una civilización y una cultura; significa construir, en el espíritu y la inteligencia del niño, el panorama cultural necesario para capacitar su ser en el nivel social contemporáneo”, demostrando que ejerció con dedicación y conciencia su papel, al mismo tiempo que leía todo lo que llegaba a sus manos y se iba gestando como escritor. De este tiempo es su primer libro de poemas titulado Presencia y que publicó con el seudónimo de Julio Denis.
En 1946, alejado ya de su etapa de educador, trabaja en la Cámara Argentina del Libro, año en el que tiene su primer contacto con Borges porque publica el cuento “Casa tomada” en la revista Los Anales de Buenos Aires, dirigida por el autor de Ficciones.
Pieza 2.- Libros embodegados
Entre 1951 y 1962, Córtazar publicó sus cuentos más famosos —“Continuidad en los parques”, “El perseguidor”, “Bestiario”, “Final de juego”, “Las armas secretas— y ese libro inclasificable que es Historias de cronopios y famas. También la novela Los premios, considerada por algunos como “la novela más intelectual y aristocratizante, más esteticista”. Sin embargo, la suerte de los libros cortazarianos, algunos publicados por la editorial Sudamericana, es desafortunada porque permanecen mucho tiempo embodegados en las editoriales y las librerías.
A pesar de ello Bestiario (1951) ya contiene todo el potencial narrativo y la originalidad estilística del autor. Lo extraño y lo maravilloso se produce de manera natural dentro de los acontecimientos cotidianos confirmando que este procedimiento es de progenie kafkiana. Pese a contener cuentos tan extraordinarios como “Carta de una señorita en París” y “Circe”, el libro pasó inadvertido. Por lo tanto, antes de instalarse en Francia, Cortázar era un autor poco leído.
Respecto de su trabajo solitario y constante ha contado:
Encontré trabajo en Buenos Aires y allí continué escribiendo historias…. Me observaba a mí mismo, estudiando mi propio desarrollo sin querer jamás forzar las cosas. Sabía que llegaría un momento en que lo que yo escribiera valdría un poco más de lo que escribían otro de mi edad en Argentina.
Pieza 3.- Paris, je t’aime
Para Julio el mundo de apertura cultural y concentración literaria se cifra en París, a donde llegó por medio de una beca. A pesar de que trabajaba como traductor de la Unesco para sobrevivir, cultivó el pensamiento existencialista que encontró leyendo a Sartre y a los franceses más polémicos y se dedicó de lleno a su obra propia. Estos son los años de los libros Final del juego (1956) y Las armas secretas (1959) donde incluye el cuento largo “El perseguidor”, veta que le permite continuar una narrativa no fantástica, reflexiva, que lo llevará a Rayuela (1963).
Es el tiempo de sus exitosas traducciones de la obra completa de Edgar Allan Poe. Tenía apenas 37 años cuando el maestro español Francisco Ayala, afincado en una universidad de Puerto Rico, lo contrató para tan delicado encargo. Luego vendría la traducción de Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, y de otros autores como Gide y Bremond.
Es una coincidencia que el autor de cabecera del niño que, a los nueve años, experimentó fascinación y probó los terrores nocturnos con esa lectura, se haya convertido en su mayor referente para la escritura de cuentos y en su mejor tarea de traductor. “Fue un trabajo enorme, duró mucho tiempo, pero fue un trabajo magnífico porque hay que ver todo lo que yo aprendí de inglés traduciendo a Poe”.
Pieza 4.- Crónica de una locura
Por testimonios directos de Cortázar conocemos que luego de su lentos y minuciosos recorridos por las calles de París recogía sus impresiones en papeles sueltos que coleccionó durante años hasta que concibió lo que más tarde sería el capítulo 41 de Rayuela, el del tablón, que le permite llegar a una idea de novela. Con las parejas Oliveira y la Maga, Traveler y Talita, ya tiene personajes y, con la voz de Morelli en el trasfondo —el famoso alter ego de Cortázar—, completa una unidad que se redondeará de manera definitiva cuando concibe el tablero de dirección que, puesto en la primera página de la obra, orienta al lector hacia el tipo de novela que quiere leer.
Durante la construcción de este libro —que para ese entonces se llamaba Mandala (título que Cortázar descartó al considerarlo “muy pedante”)—, confiesa en una carta a su amigo Jean Barnabé que estaba escribiendo “un relato muy largo que en definitiva será la crónica de una locura”.
Los aportes de Rayuela a la literatura latinoamericana son múltiples: la destrucción de la novela tradicional reemplazada por la contranovela, la exigencia de un lector cómplice, la reflexión de la novela dentro de la novela (las morellianas) y la confirmación de que una obra narrativa es una auténtica enciclopedia (contiene nociones sobre box, jazz, filosofía zen, religión, tango, etc.).
Vale la pena recoger una anécdota en la que Rayuela confirma su puesto dentro de la vida concreta de gente fundamentalmente joven. Cortázar cuenta que recibió una carta de una lectora norteamericana de 19 años en la que le dijo:
Dear Mr. Cortázar, le escribo para decirle que su libro Hopscotch me ha salvado la vida…leí el libro, lo seguí leyendo, lo leí toda la noche y cuando terminé, tiré las pastillas porque me di cuenta de que mis problemas no eran solamente los míos sino de los de mucha gente.
Esta lectora se convirtió en una amiga con la que el autor se carteó durante años.
Pieza 5.- El libro sólo tiene un lector: Aurora
Las celebraciones por el centenario de Cortázar deben ser justas con una mujer: se trata de la argentina Aurora Bernárdez, primera esposa del escritor y actual albacea y dueña de los derechos de autor. De su infatigable labor han surgido los libros post mortem del escritor: Papeles inesperados (2009), Clases de literatura (2013) y Cortázar de la A la Z (2014). Con ella llegó a París, allí se casaron y se ligaron a una convivencia afín en el amor y la literatura que duró 14 años. Traductora, como él, colaboraron juntos en muchos trabajos hasta que la faceta pro Cuba del escritor los distanció en una divergencia de criterios políticos que se impuso sobre la relación.
Cuando Cortázar quedó viudo de Carol Dunlop en 1962, fue Aurora quien lo atendió en la leucemia que lo llevó a la muerte en 1984 y quien quedó a la cabeza de su nombre y legado.
Por eso es de entenderse que en carta a Francisco Porrúa, editor de editorial Sudamericana, Julio dijera comentando la terminación de
Rayuela: “El libro sólo tiene un lector: Aurora…su opinión…puedo quizá resumírtela si te digo que se echó a llorar cuando llegó al final”.