Sobre la «Poesía reunida» de Maritza Cino

POR: LILIANA MIRAGLIA.

He leído este libro de poesía que ha publicado Maritza Cino como una lectora dispuesta.   Maritza me considera compañera de generación, y tiene razón, somos compañeras de generación. Ser de la misma generación es algo que se lleva como distintivo, significa que hemos estado expuestas a los mismos acontecimientos en el mismo momento y en el mismo lugar, rodeadas de más o menos la misma gente. Esto entonces me convierte además en una lectora de generación.  Sin ser inmune al encanto que la poesía conlleva, la lectura de poesía es materia muy temida al rato de hacer un comentario, por lo tanto debo ser también, una lectora cautelosa.  Creo que igual de difícil es escribir poesía como leerla y por eso me complace ver que Maritza Cino, muy lejos de quedarse paralizada en la orilla, ha forjado toda una carrera desafiando ese mar revuelto que es la poesía, saltando en la espuma, brincando las olas y, lo más importante, como lo demuestra su trabajo esmerado, deleitándose en ello.

Esto lo podemos ver en esta recopilación de su trabajo poético que está formada por sus cinco libros publicados a lo largo de treinta años, desde 1983 hasta 2008.  El título, Poesía Reunida. Sé que no se le han hecho mayores cambios en los textos, tal vez alguno mínimo, y que todo se mantiene igual a como fue publicado en el origen, por lo tanto no hay duda de que debe ser llamado una recopilación y de que ese es el nombre técnico que va recibir.  No faltará incluso quien lo llame antología, aunque no lo es.  Yo también lo he estado llamando recopilación, sin embargo, no del todo convencida al avanzar en la lectura.  Es que el verbo reunir del título, tiene su peso. Unir en otra forma lo que ya existía antes como otros cuerpos, con significación propia y aislada, hace que se produzca un efecto curioso, difícil de ignorar, por el que yo no vacilaría en afirmar que este libro constituye, en realidad, una nueva propuesta que lo diferencia de los anteriores, aunque sean los mismos.
La elemental cercanía física en el papel, la inevitable continuidad en la lectura, la convivencia de los cinco libros en uno solo, definen de manera más notoria la separación de épocas y enfatizan, entre ellas, las diferencias que podían haber sido no tan notorias por separado.  También el manejo de los temas, las vivencias personales, los conflictos y las obsesiones, que aún siendo los mismos terminan por mostrar otros contornos, así como la preferencia por el uso de verbos, de maneras de contar o en este caso de versificar o de palabras que ya no se nombran porque perdieron el significado inicial en su contexto y han pasado a tener un nuevo papel semántico y testimonial. En fin, porque cada movimiento es un nuevo movimiento y cada lectura es una nueva lectura.  Es mi propuesta.
Del escritor húngaro Sándor Márai, cito: “… la literatura se compone de palabras que hay que repetir hasta que se conviertan en ritmo, o sea, en energía (¿como el sonido del tambor de los negros? Claro, pero el poeta no solamente toca el tambor, sino que al mismo tiempo también recuerda)” (1)
La re-unión de cinco libros es una reunión que evoca.  Nadie termina de leer un libro, sin sentir de manera conciente o no, que en esa lectura se ha realizado un  intercambio entre el lector y el escritor.  En el caso de la poesía, este intercambio, por fácil que parezca, acaba siendo difícil.  Parecería que el sano propósito de la poesía es justamente el insano propósito de complicar al lector, de no llamar a las cosas por su nombre, de elegir caminos laberínticos para decir cosas que parecen sencillas con el propósito no solamente de confundirlo sino de permitir al poeta, por medio de esta confusión, decir lo que no es posible decir por medio del lenguaje común.
Tienta compararlo con los malabaristas de un circo que no sólo presentan un acto de gran dificultad sino que esta dificultad no se detiene ahí donde creíamos que ya no podía ser peor, sino que sigue creciendo hasta alcanzar límites que no hubiéramos imaginado y el público los mira embelesados no sin preguntarse qué necesidad tienen de lidiar con una dificultad así, y es porque ese es un recordatorio de supervivencia, un desafío de vida. La poesía es el desafío del poeta al lenguaje común.
La poesía no se puede contar. El libro de Maritza Cino no se puede contar, es una trasmisión de imágenes y sensaciones y lo que dice se ha quedado dentro del lector, pero no se puede contar.
Otra vez a Sándor Márai:  “…no es el poeta el que debe hablar en el poema, sino la imagen que el poeta hace perceptible con palabras, transformándola en algo palpable para el lector, para que así, a través del impacto de la imagen, la poesía se materialice en el lector…” (2)
El libro de los cinco libros de Maritza Cino que ahora son el libro actual, está formado por poemas de diferentes extensiones y de diferentes formas, incluso.  También formado de silencios. Tiene algunas páginas de prosa que se prestan muy bien para ser leídas como poesía.   Algunos poemas son muy cortos, de apenas nueve palabras en algunos casos y que si se tratara de cuentos, ya hubieran hecho saltar al detector de microcuento:

“MIENTRAS
no me habiten
la vida
será una hipótesis.”

Cuando se lee a las compañeras de generación, la lectura anónima se convierte en un ejercicio difícil, porque es inevitable ignorar el imaginario que se tiene guardado de las personas que uno conoce, aunque sólo sea en algunos aspectos.  Un poema es una herramienta que permite mirar dentro del alma humana.  Como lectora puedo ver en el libro de Maritza Cino, cuando la autora desaparece por completo detrás de las angustias y obsesiones universales del ser humano y también  cuando aparece como ella dando diferentes señales entre las páginas, la de mi imaginario o la que yo creo que conozco.  Los estudiosos se dedican a estudiar la obra y no necesariamente la vida de la autora.  Para mi la autora cuenta, la Maritza que conozco crece con sus abuelos italianos y estas experiencias, en este caso migratorias, por darles un nombre, son determinantes en la obra.  Me resulta agradable cuando Maritza cuenta que ha ayudado a hacer los ñoquis o a desplumar palomas para preparar una salsa para fideos, ya que estos son los motivos no poéticos que al convertirse en poéticos completan la atmósfera que hace del libro de Maritza Cino ese libro de ella y ningún otro.
Dice Octavio Paz: “Las palabras del poeta son también las de la tribu o lo serán algún día.  El poeta transforma, recrea y purifica el idioma; y después lo comparte”(3)
Elijo un poema que en pocas palabras muestra un cuadro completo, antepasados, edad, costumbres, expectativas, imágenes de escenas familiares. Lo elijo porque me conmueve y también porque intento ver a la poesía como una “señora buena”

LA MADAMA DE MIRADA BLANDA
Viene de una larga jornada
me recuerda la danzarina en reposo
pacientemente recoge lo que su estirpe dejó,
pertenencias violáceas esconden sus canas
(el canario la hamaca el jardín)
amanece sembrando la espera
en su declinable sonrisa de arpa.
 Ella no tiene preguntas
sólo una vitrina de adornos
donde se ocultan respuestas.

(1) Sándor Márai. ¡Tierra, tierra!  España, Ediciones Salamandra, 2008 p. 298
(2) Sándor Márai. ¡Tierra, tierra!  España, Ediciones Salamandra, 2008 p. 296
(3) Octavio Paz.  El arco y la lira. México.  Fondo de Cultura Económico, 2005

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