Los amorfinos de Jaime Nebot

En una ocasión le mostré a una amiga, lectora empedernida, un amorfino que recogí en una visita a Santa Lucía, un cantón montubio ubicado a una hora y media de Guayaquil. Lo escuchó interesadísima y luego, tajante, me dio su irrevocable dictamen: “¡Así no se habla!”.
“Así no se habla”, repitió, por si acaso no me había quedado claro. En vano dediqué varios minutos a explicarle que no existe una manera correcta de hablar, que el montubio no es un personaje incivilizado (como se lo piensa desde la Academia), que su forma mocha de hablar (es decir, su hábito heredado de Andalucía de cortar palabras: comerse las «s» finales, decir «pa» en vez de «para» o «uté» en vez de «usted») no lo hace inferior a nadie.
Quizás ese prejuicio que se mantiene del montubio es lo que ha hecho que su pudiente oralidad sea marginada. En las escuelas de Literatura del país no se estudia el habla montubia. Salvo un breve repaso a lo que escribieron los narradores de la Generación del 30, que reprodujeron con mucho talento los modismos del montubio, no se estudia al amorfino como debe ser estudiado: desde su oralidad, ya que el campesino, por ser en la mayoría de casos analfabeto, no deja un legado escrito de su literatura. Las carreras de Literatura deberían organizar expediciones a los campos rurales para recoger esta oralidad o, como mínimo, revisar los estudios que ya han realizado sobre este tema Wilman Ordóñez, Raymundo Zambrano, Rodrigo Chávez y Guido Garay. 
Lo sorprendente es que, pese a que el montubio no sabe escribir, es capaz de dominar oralmente estructuras literarias. Posee una agilidad mental envidiable y de eso, precisamente, carece Jaime Nebot, el alcalde de Guayaquil, o cualquiera de los súbditos a los que les encomendó la tarea de escribir amorfinos en contra del Gobierno central.
El asunto es así: el Municipio de Guayaquil envía boletines de prensa con supuestos «amorfinos» dirigidos al presidente Rafael Correa y a la ministra María de los Ángeles Duarte, y los medios de comunicación, irresponsablemente, sin un mínimo de conocimiento sobre cómo se estructura un amorfino, corren la voz. El Universo titula: “Al ritmo de amorfino, Nebot asegura que Guayaquil quiere a su alcalde”. El Comercio da por hecho que “Nebot responde con amorfino a la última cadena del Gobierno”. El canal Ecuavisa, luego de la rueda de prensa dada por el alcalde en el Palacio de la Ciudad, está convencido que “Nebot responde con otro amorfino y asegura que dragado va porque va”. Lo mismo el Expreso y El Telégrafo
Hasta la fecha, son tres los “amorfinos” que ha recitado Nebot:
El primero, el 6 de agosto:
El presidente está picado
por eso actúa ofuscado
A gritos pide mi relevo, pero en balde
porque Guayaquil quiere a su alcalde
Aquí no hay ley del embudo
porque este pueblo no es cojudo
El segundo, el 9 de agosto:
Ayer vi la cadena
me dio entre risa y pena…
Apareció Rafael, disfrazado de Sra. Duarte
para mentirnos a todos, hasta la última parte
El domingo explicaré el engaño
y cómo nos causarán gran daño
Jamás podrán con Guayaquil
pues su pueblo tampoco es gil!
Y el último, el 19 de agosto:
Otra sabatina mentirosa
antiguayaquileña y resbalosa
Mi respuesta tendrá
pero el dragado va…
En el resto no nos quieran tontear
pues no nos vamos a dejar.
¿Por qué los amorfinos de Nebot no lo son? 
Perdón si los aburro con cuestiones literarias y, de paso, muy técnicas, pero es la única forma de justificar por qué no lo son. La tradición del amorfino dictamina que sólo debe tener cuatro versos. Y eso es algo que no ocurre con estos trabajillos de Nebot (si se fijan, el primer ‘amorfino’ del alcalde tiene seis versos; el segundo, ocho; y el tercero, seis). Además, cada verso necesariamente debe ser octosílabo (ocho sílabas métricas). 
Estas barrabasadas del Municipio de Guayaquil posee versos de arte mayor (más de ocho sílabas), que es algo que jamás puede ocurrir en un amorfino. Pero lo peor, lo que hace que estos folletines poco poéticos luzcan como poemas de preescolar, es la forma en que se los rima.
En la mayoría de casos, Nebot rima pareado, es decir, en versos consecutivos (Otra sabatina mentirosa/ antiguayaquileña y resbalosa). Eso es inconcebible en un amorfino.
Existen únicamente tres formas de rimar un amorfino: a manera de copla, cuarteta o redondilla. 
En las cuartetas, se rima el primer verso con el tercero y el segundo con el cuarto. Por ejemplo: “Diga usted señor letrado/ cómo es posible que el mulo/ cague mojones cuadrados/ si tiene redondo el culo”
En las redondillas, en cambio, se rima el primero verso con el cuarto y el segundo con el tercero. El mismo amorfino anterior, es posible ajustarlo a esta forma: “Diga usted señor letrado/ cómo es posible que el mulo/ si tiene redondo el culo/ cague mojones cuadrados”.
En las coplas, únicamente se rima el segundo verso con el cuarto; el primero y el tercero no riman. Un ejemplo para este caso: “Desde aquí te estoy mirando/ cara a cara frente a frente/ sin podértelo decir/ lo que mi corazón siente”. O: “Allá arriba en ese cerro/ tengo un palo colorao/ donde pongo mi sombrero/ cuando estoy enamorao”.
Estas estructuras literarias tan rígidas se mantienen al menos desde 1881, fecha a la que –según el libro Amorfino. Canto mayor del montubio, de Wilman Ordóñez– pertenece el amorfino más viejo del que se tiene conocimiento.
Ninguna de las payasadas rimadas de Nebot respetan esta tradición. Los medios de comunicación, al dar por sentado que estas rimas del alcalde son amorfinos, provocan el mismo daño que ocasiona el programa Mi recinto: tergiversan la literatura montubia, la malentienden y la difunden impunemente.
El otro día, en una juguetería, vi un inodoro para niños. Tenía una carita feliz en el respaldar. Cada vez que el pequeño aprieta la nalga y deposita su regalo en el juguete, el aparato lanza un festivo y gringo “¡Yuhu!”. Lo que yo sugiero, con mucha cortesía, es que el alcalde y los medios de comunicación (la responsabilidad es compartida) estudien un poco sobre la literatura montubia. Cuando se sientan preparados, regresen y lancen un amorfino bien logrado. Yo seré el primero que los aplaudiré y, como lo hace el inodoro infantil con el excremento del niño, también festejaré sus conquistas con un alegre y sonoro: “¡Yuhu!”.
¿Qué dicen los especialistas sobre los amorfinos de Nebot?
Raymundo Zambrano. Manabita. Lleva 31 años involucrado en estudios de campo en la costa ecuatoriana.: “Lo que están haciendo no son amorfinos. No tienen ni la estructura ni la métrica. Son rimas, pero como rimaría un niño. Hay un irrespeto al arte popular, un desconocimiento del montubio”.
Wilman Ordóñez. Guayaquileño. Autor del libro Amorfino. Canto mayor del montubio: “Son versos muy mal escritos, sin la clasificación tradicional. Falta ingenio, humor y un punto común que conecte la tradición histórica del canto mayor montubio con el repentismo moderno, que improvisa según las circunstancias sociopolíticas y culturales del momento”.
*Aclaración importante: envié cartas al correo del departamento de RRPP del Municipio de Guayaquil para obtener una versión del alcalde en este reportaje pero no obtuve respuesta.

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