Las ruinas donde nos asentamos

Una lectura de Los diarios sumergidos de Calibán, de Ernesto Carrión.


La sangre de Cristo nunca me
ha fallado cantaban
pasados de frío esos malditos
Anteparaíso, Raúl Zurita.
LAS PIEDRAS
POR PALABRAS
CAMBIAN DIOSES
Los diarios sumergidos de Calibán, Ernesto Carrión.
Para pensar en Los diarios sumergidos de Calibán (2009), de Ernesto Carrión, es necesario atender a la complejidad de la mirada política que cimentó la colonización del continente americano. Se trata de un poemario atravesado por las heridas que produjo la dicotomía civilización-barbarie de la modernidad colonial, pero, sobre todo, se trata de una literatura que intenta dotar de lenguaje a la experiencia latinoamericana del desgarramiento —no de la derrota—, aunque el mismo intento de hacerlo sea una aporía:
NUESTRA MEMORIA
COMO UN TATUAJE DE PASO
SABE QUE ESTAS PALABRAS
JAMÁS SERÁN EL REFLEJO
DE LO QUE SIENTO
Carrión se retrotrae a un pasado de violencia para entender un presente de violencia; hunde los dedos en la sangre de ayer para asir la sangre de hoy. Toma a Calibán,personaje de La tempestad (1610-1611) de Shakespeare y metáfora literaria recurrente dentro del pensamiento poscolonial, como representación del amerindio colonizado, de aquel que debe ser forzado a dejar sus formas supuestamente bestiales y sus costumbres supuestamente bárbaras, y también como representación nuestra. Calibán es rebeldía ante su lugar impuesto de abyección: es lucha y resistencia. Calibán queda en el mestizaje. Calibán es padre.
El poemario se divide significativamente en tres partes: “El origen del mal. Siglo XV”, “Manos esclavas pulen la esfera. Siglo XVI” y “Un acuario de raíces. Siglo XVII”. Estos capítulos implican un tránsito por distintas etapas de una experiencia colonizadora que funciona a varios niveles. Es, por lo tanto, un devenir de la violencia, un devenir de un macrosujeto latinoamericano, sujeto múltiple, mestizo, carente, fracturado… Es una poesía que habla de la llaga como mito de origen. En ese sentido Carrión, en Los diarios sumergidos de Calibán, dialoga con un primer periodo de la obra literaria de Raúl Zurita, especialmente con sus poemarios Purgatorio (1979), Anteparaíso (1982) y La vida nueva (1994), tríada a la que Carrión, desde mi lectura, alude:

El Paraíso y Anteparaíso son uno solo
Pero la Tierra es Purgatorio donde inventar
el cielo
Zurita parte de la llaga hacia un verso escrito en el desierto de Atacama —“ni pena, ni miedo”2—. Su poesía es la del duelo, la del daño, pero también la de la vida y la del amor; la de la memoria como lugar necesario para la reconstrucción de un discurso del daño. La poesía de Carrión en Los diarios sumergidos de Calibán dialoga con la de Zurita en el uso de paisajes que se vuelven metáforas: “Imagínate que eso que arde ahí detrás/ de las montañas/ sea el océano El océano ahí detrás del/ roquerío” (Carrión 2011: 37) o “Imagínate entonces que el océano doblado/ sigue haciendo un tallo allí desde la pura/ meseta”—la presencia del desierto, el mar, las montañas, los roqueríos, las cordilleras, en la poesía de Zurita, como lugares de duelo, es constante—. Si en Purgatorio Zurita escribe encima de su propio encefalograma el verso “mi mejilla es el cielo estrellado”, para hablar de la llaga que su mejilla quemada representa, Carrión escribe en Los diarios sumergidos de Calibán: “sus cuellos sembrados contra el firmamento son mi cielo estrellado”, para hablar de las ruinas donde se asienta el futuro, ruinas que cuentan destrucción y muerte. Ese cielo es, para los dos poetas, la página en donde la humanidad busca su destino, en donde leen sus esperanzas. Las llagas desde donde parten sus poesías, por lo tanto, se inscriben también en ese cielo.
Zurita y Carrión, en el diálogo que establecen, escriben en la opresión, en el dolor y en la pérdida, pero no como lugares estáticos, sino como puntos de metamorfosis. El mestizo es, en Carrión, un macrosujeto conflictual, consecuencia de la llaga: un ser desdibujado, una identidad de nada.

Al final nada pudimos arrancar de su lugar de origen (nada arrancaremos jamás de su lugar de origen) y todo este cuento de mundo fue más bien volviéndose un acuario de raíces donde se asoman las estrellas a observar el atigrado de nuestro tajo Donde toda la sangre que hay en nuestro cuerpo es toda la sangre que anda en cueros por un patio iluminado como un desagüe de astillas (´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´)

El poemario parecería ser, en realidad, un solo poema que escarba en un origen de herida siempre abierta, siempre viva, que nos obliga a volver la mirada hacia la problemática dicotomía de civilización y barbarie. “Un acuario de raíces. Siglo XVII” , por ejemplo, se abre con la siguiente cita de Echeverría:

En ese sentido creo que es necesario reconocer que el fenómeno del mestizaje es un fenómeno trágico, violento, doloroso, y que no es un fenómeno que quedó en el pasado sino que está ahora aquí en el presente. En este momento, nosotros y las repúblicas a las que pertenecemos, estamos apenas completando la tarea de Cortés y de Pizarro, estamos terminando con los indios, estamos apenas finiquitando esa tarea histórica de larga duración, la conquista, que es obviamente una tarea de genocidio. Y sería muy hipócrita plantear que no tenemos nada que ver con eso, en la medida en que somos miembros o ciudadanos de los estados nacionales latinoamericanos, estamos comprometidos con el proyecto de la corona española de destruir y conquistar. Estamos apenas terminando la conquista.

Calibán nos habita, sugiere Carrión; nosotros encarnamos la dicotomía en nuestra propia condición mestiza de seres escindidos. Como a Zurita, a Carrión le interesa que en su poesía corra la vida y el amor, incluso en los escenarios de la destrucción porque es allí, en las huellas del daño, donde se levanta nuestra humanidad, algo tan intenso que late incluso en medio de la violencia más abyecta:
HAZME EL AMOR DE UNA VEZ
[PARA VOLTEAR EL FUTURO]
Y DEJA YA DE VIOLARME
***
1.- Calibán es, en La tempestad, un subhumano esclavizado por Próspero, quien toma su isla y se convierte en su amo. Su personaje representa el contrapuesto de Ariel, espíritu servil que obedece a Próspero con estricta fidelidad.
2.- Si la portada de Purgatorio es la fotografía de la quemadura que el mismo Zurita se infligió en la mejilla, para el poemario La vida nueva Zurita escribe en el desierto de Atacama “ni pena, ni miedo”, de tal modo que el verso aún puede verse en Google Earth.


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