Descartable, de Andrés Emilio León. Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2017. 323 páginas.
POR LISSETTE MONTILLA
El escritor guayaquileño Andrés Emilio León debuta como novelista con Descartable. Aquí nos encontramos a Héctor Rodríguez, un joven divorciado que trabaja como un asesor político ignorado y que compagina su vida laboral con la búsqueda de compañía femenina y el deseo de publicar un libro. Todo esto conforma a un personaje culto, reflexivo y sensible ante lo cotidiano (en una ocasión llora mientras baila su canción favorita al igual que el Werther de Goethe llora al ver el atardecer).
La novela, contada en primera persona por Héctor, hace que el lector se identifique fácilmente con él. Todos en algún punto de nuestras vidas hemos pensado o sentido que lo que hacemos no es realmente nuestra vocación, o por lo menos que no la ejercemos como pensábamos, creándose así una desilusión laboral. Es justamente eso lo que León pone en perspectiva con este personaje frustrado con su trabajo debido a la gran cantidad de ideas que posee y, que sin embargo, no las sabe definir. Esto es algo que le repite a menudo el alcalde de Guayaquil, con quien trabaja: “Hoy trajiste varias ideas, algunas interesantes, otras no tanto. A veces tienes buenas ideas, pero dispersas, y necesitamos consolidarlas”.
Este cúmulo de ideas, esta creatividad desbordante, sin embargo, hace que a Héctor le sea difícil adaptarse a la sociedad en la que vive. Llega a tener una perspectiva un poco cínica de la vida, ya que esta no se adapta a su utopía social. Como en los primeros capítulos, cuando está hablando con el alcalde sobre celebrar festivales en la Isla Trinitaria: “No te compliques, Héctor, mantenlo sencillo: solo organiza un concierto ahí con esos artistas, ya sabes, los de siempre, igual la gente solo va porque baila o mira minifaldas de las tecnocumbieras; pero no hay nada más ahí”. El protagonista se ve atrapado en medio de la mediocridad social, en donde parece estar entre la minoría deseosa de una sociedad más culta. Pero es frustrado por la incapacidad de transformar su entorno, es aplastado por su realidad, dejándole así, como segunda opción, sus relaciones amorosas.
Estas relaciones, sin embargo, tampoco son mejores. Vemos cómo en esa continua búsqueda del amor, Héctor se encuentra con diferentes mujeres a lo largo de la historia. Entre ellas están su exesposa —de quien no conocemos muchos detalles—, Sara, Elena y Alegría. Esta última es la que más se destaca y la más constante en la vida de Héctor. Haciendo honor a su nombre, ella llega a ser un lugar de consuelo para el protagonista, convirtiéndose en su apoyo durante toda la novela. Su relación es tan profunda que al final ella es la única persona a quién Héctor le muestra el manuscrito de su libro de cuentos. Pero no la deja leer y comienza a secarla con las páginas (la escena ocurre en la playa). Se da a entender que incluso aquello que más valoramos se puede convertir en algo pasajero. Héctor termina su relación con Alegría a la vez que destruye el manuscrito.
Descartable es un constante ir y venir de ilusiones y desilusiones, muestra los anhelos básicos y repetidos de las personas, la lucha constante por mejorar su realidad y la búsqueda de la estabilidad emocional. Héctor representa a aquellos que intentan cambiar su entorno pero tienen que conformarse con vivir ellos solos de la forma en que quisieran que vivan los demás. Así, como en un juego de Jenga, Héctor va sacando y poniendo piezas en la torre de su vida.