La oscuridad de los padres

¿Cómo escribir en Chile sin el peso de la dictadura? ¿Cómo escribir luego de Roberto Bolaño? ¿Cómo escribir hacia dentro? ¿Cómo escribir fuera del centro? En la novela debut de Diego Zúñiga (Iquique, 1987), Camanchaca, hay una puesta en práctica de nuevas inquietudes, tal vez como respuesta a las preguntas anteriores, pero combinadas con temas de siempre, como el de narrar la familia.
Publicada el año pasado por Random House Mondadori, la novela alcanza a duras penas las 120 páginas. Se trata de una escritura de fragmentos, armada con recuerdos e impresiones. Se podría pensar que una lectura que puede hacerse de una sentada no acarrea consecuencias, que de allí uno sale de la misma forma como entró. Nada más equivocado.
El narrador es un joven veintañero que recorre el desierto del norte chileno, junto a su padre, durante la mayor parte de la novela. En algún punto se imagina a sí mismo como un hombre recorriendo el desierto a pie, perdiéndose, como un empampado. La descripción del protagonista y narrador da pie al delirio: es gordo y le sangran las encías.
Alejandro Zambra escribió Formas de volver a casa como un intento de crear una “literatura de los hijos”. Su novela enfrenta las versiones oficiales del pasado de quienes se criaron en los años ochenta. Hay allí un camino que también es transitado por Camanchaca, pero en un sentido más diluido, implícito y menos autoconsciente.
La trama de Camanchaca se bifurca y avanza con historias intercaladas pero no paralelas. El viaje en auto que realiza con su padre se cruza con los recuerdos del narrador acerca de su propio pasado, la separación de sus padres y la vida con su madre. Los fragmentos, en su mayoría, cubren solamente una página, por lo que el cambio entre narraciones se vuelve más fácil de identificar. Primero el padre, luego la madre, y así hasta el final.
No hace falta adelantar más del argumento, basta con decir que la novela está armada como una road story. Lo interesante es lo que Zúñiga logra al adentrarse en la familia. El narrador nos cuenta cómo de repente comenzó a entrevistar a su madre. De esos intercambios surgen historias inesperadas, ocultas hasta el momento. La madre le dice que es mejor no recordar nada, pero el daño está hecho.
Queda una idea en lector de que, en lugar de ir a terapia, hay que entrevistar a los padres. Luego de eso estamos libres para ser nosotros mismos. A menos que se rompa todo, como le sucede al narrador y su relación con la madre, en un episodio de Edipo resuelto para mal.
La camanchaca, palabra aimara para oscuridad, es la neblina que lo recubre todo: el pasado, el presente, los muertos, los vivos rotos. La decisión más difícil sería, entonces, la de cerrar los ojos y dejar pasar.

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