Introducción para un especial supuestamente divertido sobre DFW

Cinco años después de la muerte de David Foster Wallace todavía sus lectores seguimos recibiendo novedades editoriales con su firma, además de libros sobre su obra o su vida. Y lo que es mejor: cada día son más sus lectores. 
El compilado de entrevistas y semblanzas titulado Conversaciones con David Foster Wallace (Pálido Fuego, 2012) está armado en orden cronológico y puede leerse como una autobiografía rápida. Empieza con Wallace dando clases en Arizona en 1987 y termina con una frase terriblemente triste contada por Amy Wallace sobre el día que murió su hermano: “No puedo sacarme la imagen de la cabeza. David y sus perros; está oscuro. Estoy segura de que les besó en la boca, y de que les dijo que lo sentía.”
Ese libro fue lo primero que leyó mi padre sobre Wallace y cuando lo terminó me pidió que le consiga todo lo demás, pero en inglés*.  Dos consecuencias generalizadas que provoca el acercamiento a este autor son la atracción inmediata y el deseo compulsivo por seguir leyéndolo. En Matavilela decidimos buscar a lectores fanáticos para armar una edición especial como homenaje; el 12 de septiembre se cumple un aniversario más de la muerte de Wallace. 
La relación entre Wallace y sus lectores se da, casi siempre, desde el corazón. A riesgo de que suene demasiado sentimental, hay que decirlo: leer a Wallace es como tener una conversación íntima con alguien tan dispuesto a dejarlo todo por su interlocutor que no puede más que ser extremadamente sincero para contar y para escuchar. De ahí que una respuesta frecuente entre quienes fueron contactados para este especial tenía que ver con la dificultad de escribir sobre uno de los autores que más leen y que más les gusta.
Mucho se ha dicho sobre David Foster Wallace y su particular manera de hacer literatura. El amable y gracioso Rodrigo Fresán** es uno de quienes mejor lo han leído y comentado para los lectores hispanoamericanos.  Así que homenajear a Wallace desde el análisis literario o desde el recuento biográfico fue lo último que nos propusimos. Más interesante e importante es dar cuenta de esa intimidad que crea Wallace en sus lectores, por eso los artículos de este especial incluyen experiencias personales.
La última novela de Wallace, The Pale King, cuyo propósito era encontrar un punto de fuga al diagnóstico de la enfermedad contemporánea descrita en Infinite Jest, es comentada por Mónica Ojeda. Sus ensayos, en cambio, son los preferidos por la escritora María José Navia***, quien habla sobre los consejos que dejó Wallace allí****. Eduardo Varas dedica su texto a los relatos cortos de Wallace, una extrañeza en una obra caracterizada por su extensión descomunal. Y Denise Nader nos cuenta sobre el día que murió David y la profunda unión entre ella y la obra de Wallace. 
Hay una frase que se repite, con ligeras variaciones, a lo largo de la obra de Wallace: “Todas las historias de amor son historias de fantasmas”. La frase es rastreada por D. T. Max en un artículo y luego fue usada por él mismo para el título de la biografía que escribió sobre Wallace.
La historia de mi acercamiento a este autor también puede ser una historia de fantasmas. Recuerdo haber visto hace algunos años una foto de Denise Nader y Eduardo Varas sosteniendo un ejemplar de Infinite Jest, la curiosidad hizo que averigüe más sobre ese escritor desconocido y empiece a leerlo. Pero hace poco Eduardo Varas me dijo que esa foto no existe, que él nunca se ha tomado una foto con Denise sosteniendo ese libro. A veces las mejores lecturas nos llegan sin avisar, sin que las busquemos, de eso se trata el placer de leer, lleno de casualidades tan increíbles como esta.

Notas:

*La mayoría de los libros de Foster Wallace han sido publicados en español por Random House Mondadori, cuyo editor, Claudio López, fue quien lo introdujo al mercado hispanoamericano. Otras editoriales que tienen algo suyo son Debate y Pálido Fuego. De ésta última quiero destacar la publicación, por primera vez en español, de la primera novela del autor, La escoba del sistema. El editor de Pálido Fuego, José Luis Amores, también es su traductor, convirtiéndose en el tercer traductor de Wallace al español, junto a Marcelo Covián y Javier Calvo, todos españoles. Entonces, casi la totalidad de la obra de Wallace está disponible en español y no es difícil de conseguir, sin embargo, para los latinoamericanos estas traducciones nos resultan, quizás, más lejanas e indescifrables que los libros originales.
**Su artículo “Un escritor anticuado” es una de las visiones más acertadas de la literatura de Wallace. Fresán lo describe con la perspectiva de sus contemporáneos y habla de él, muy correctamente, como uno de los últimos moralistas. Resalta también el comentario sobre los nuevos escritores estadounidenses, entre ellos Tao Lin, adherente a la Alt-Lit (también llamada Literatura Asperger). Estos nuevos escritores nos muestran lo difícil que es escribir luego de alguien como Wallace, igual que a los argentinos todavía les cuesta escribir después de Borges. Si Wallace dedicó su última novela al aburrimiento, Tao Lin lleva esa enfermedad norteamericana al extremo (Bret Easton Ellis calificó a su novela Taipei como interesante pero aburrida), siendo él mismo una persona lacónica, capaz de leer un poema en donde el verso “The next night we ate whale” se repite por más de tres minutos.
***María José Navia nació en Chile, el país donde están una parte de las cenizas de David Foster Wallace, dejadas allí por su amigo Jonathan Franzen. Nos gustaría pensar que María José fue convocada a este especial como representación del lugar en donde se encuentra Wallace para siempre.
****Contrario a lo que podría pensarse, Wallace llenó sus ensayos y artículos de no ficción con invenciones y elaboraciones propias de la narrativa de ficción. En sus novelas y relatos, en cambio, fue donde plasmó su vida casi sin tapujos, y donde fue más extremo en sus intentos por proponer una literatura moral.

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