Historia sin novela

Náufragos en tierra, de Óscar Vela. Alfaguara, 2017. 269 páginas.
POR BISMARK LEÓN
Óscar Vela presenta una nueva novela cargada de historia sobre uno de los hombres del yate Granma que iniciaron la Revolución Cubana. Ese hombre es César Gómez Hernández, quien, de hecho, fue entrevistado por Vela para la escritura de este libro. Pero en la novela el autor se esconde tras un periodista ficticio para presentar a Gómez Hernández. Gran parte del libro es un relato en primera persona del entrevistado, quien, bajo un aura de discurso revolucionario, cuenta cómo ha sido su vida desde la época del dictador Batista hasta su participación en la revolución y su posterior exilio.

A diferencia de novelas como Soldados de Salamina, de Javier Cercas, o Humo, de Gabriela Alemán, la de Vela tiene pocos elementos novelescos y poca carga de ficción evidente. Es decir, parece una inmensa enumeración de datos históricos (sean reales o no) que intentan jugar con la poca carga de ficción que tiene la novela: el pasado del periodista (su padre sirvió a Batista justo antes de ser derrocado) y el resentimiento secreto que tiene hacia Gómez Hernández, quien, a pesar del rumbo que tomó Castro, cree que su causa fue la correcta.

En Náufragos en tierra, el periodista pudo haber sido el mismo Vela, pero el autor se añade un pasado en común con el entrevistado y se cambia el nombre. Así, le da profundidad a la historia y convierte una crónica en novela. El periodista, sin embargo, pudo haber hecho más que recolectar datos y reflexionar brevemente sobre las palabras de Gómez Hernández. Y pudo haber sido menos pasivo como personaje como sí sucede en Soldados de Salamina, donde un Cercas ficticio, para completar su libro, realiza una complicada búsqueda llena de diversas entrevistas con personajes reales en situaciones ficticias y llenas de ironía. Ese juego o confusión entre realidad y ficción es lo que hace de Soldados de Salamina una novela bien lograda. En cambio, en Náufragos en tierra no hay un elemento lúdico que indique al lector que está leyendo una novela y no un simple relato histórico ligeramente ficcionado. Tiene un humor casi nulo, por lo que ese aire de “historicidad” puede abrumar, al punto de parecer un mero libro de memorias. Tal vez donde hay una mayor carga de humor es cuando el periodista afirma, antes de entrevistar a Gómez Hernández, que solo pensaba escribir una crónica para la revista Mundo Diners o “incluso si la deformaba eróticamente y usaba para el efecto morbo que envolvía a Jacqueline y J. F. Kennedy y alguna rola ficticia parecida a Marilyn, podría publicarla en SoHo”. El personaje no buscaba un relato de relevancia histórica, simplemente quería ganarse la vida. Ese humor pudo haberse extendido pero se truncó ante el aura de solemnidad del relato de Gómez Hernández; algo que, por seguir con el ejemplo, en Soldados de Salamina nunca decae a pesar de ser un relato sobre la Guerra Civil española.

El libro de Vela se divide en episodios definidos por lugares y años, desde Cuba de principios del siglo XX y el viaje en el Granma para comenzar la Revolución hasta Colombia, el actual paradero del exiliado Gómez Hernández. Como ya se mencionó, gran parte de la obra está escrita en palabras del antiguo revolucionario, transcritas por el periodista. Este, por lo tanto, no construye ninguna historia, solo la revela pasivamente y trata de confrontarla con el pasado de su propio padre, lo que, como se dijo, pudo haber tenido mayor relevancia.

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