William C. Gordon: “Soy sentimental como un perro grande”

Fotografía de Laura Muñoz Hermida
Abogado devenido escritor, el norteamericano William C. Gordon forma parte de un ecléctico grupo de autores que saltaron de los tribunales a la literatura. Cambiaron de oficio, pero no de ánimo. Escritores como Andrew Vacchs, John Grisham, Scott Turow y nuestro invitado para las #Matapreguntas de hoy ejercen el género negro y policial como abogados que se esmeran por contar las mejores historias que les permitan ganar los casos más complicados. 
Gordon, quien fue oficial del ejército norteamericano justo antes de que estallara la Guerra de Vietnam, es autor de las novelas Duelo en Chinatown, El enano y Vidas rotas, todas ambientadas en San Francisco, la ciudad californiana donde vive, y publicadas bajo el sello Debolsillo.
¿Cuál es el primer libro que recuerdas haber leído?
El primer libro que recuerdo haber leído era la historia de una niña que le hablaba a las figuras de animales de un carrusel. Tenía conversaciones diarias con ellos hasta que llegaba su madre y la regañaba por su tontería. Cuando creció y tuvo su propia hija, la encontró hablándoles a los animales y la regañó por lo mismo.
¿Cuál fue el último libro que leíste?
Siempre leo como cinco libros a la vez. Tengo déficit de atención, pero desde niño aprendí a manejarlo realizando varias tareas simultáneamente. Así me pasa con la lectura. El mejor de los libros que estoy leyendo en este momento es Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar.  También estoy leyendo Mercy Snow, una novela de Tiffany Baker, y Los crímenes de amor, del Marqués de Sade. Este último es lectura obligatoria en un “salón” semanal en el que participo.  El cuarto es Nuestros años verde olivo, de Roberto Ampuero, un escritor que me gusta mucho. El quinto no importa, no creo que lo vaya a terminar. 
¿Qué te gusta hacer que no tenga que ver con la literatura?
Me gusta la jardinería, cocinar y viajar.
¿Qué título le pondrías a tu autobiografía?
No se me ocurre ningún título, pero creo que el subtítulo sería: “Hice lo mejor que pude con lo que me tocó”.
¿A qué escritor resucitarías y para qué?
A William Somerset Maugham, para pedirle que me enseñe lo más posible sobre el arte de narrar una historia.
¿De qué personaje literario te gustaría ser amigo o amante?
Me gustaría ser amigo de Conan Doyle y de Homero, pero no puedo pensar en una amante porque mi mujer me mataría. 
¿Cuál sería el soundtrack ideal para el fin del mundo?
Supongo que cuando todo está a punto de acabarse, el único consuelo sería un coro de ruiseñores.
¿Quién es el autor más sobrevalorado? ¿Y el olvidado injustamente?
La lista de los autores sobrevalorados es tan larga que no cabe aquí. Y las voces olvidadas son las de innumerables mujeres que nunca tuvieron oportunidad de expresarse en el pasado y que todavía son ignoradas.
Si la supervivencia de la literatura dependiese, como en Fahrenheit 451, de memorizar un libro, ¿cuál elegirías y por qué?
Mi mujer me ayudó a traducir esta entrevista del inglés y ella dice que el libro a memorizar tendría que ser uno de Isabel Allende.
¿Cuál ha sido tu peor trabajo?
Mi peor trabajo fue en una fábrica de tarros, cuando tenía 20 años. ¡Cómo lo odiaba! Me parece que todavía puedo escuchar el ruido ensordecedor de la fábrica.
¿Cuál es tu secreto peor guardado?
Que no soy tan macho como parezco. Soy sentimental como un perro grande.
¿Qué cantas en la ducha?
¡Nada! Soy el tipo más desentonado del mundo.
Estás a punto de morir, escribe tu último tuit.
Estamos aquí para aprender. ¡Buena suerte y adiós!

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