Spider, las telarañas del esquizoide

Para pensar en David Cronenberg hay que escarbar en lo más explícito y grotesco que el ojo humano haya podido ver en el celuloide, y esto nos llevará a recordar a Jeff Goldblum interpretando al ambicioso científico que posteriormente se convertiría en una desagradable criatura expendedora de fluidos corporales  me refiero a The Fly (1986). Pero Cronenberg no solo es terror corporal y rostros desfigurados; casi una década después tendrá una segunda etapa más introspectiva y menos espeluznante. De esta otra época,  el filme Spider (2002) se perfila como uno de los trabajos mejor logrados del director canadiense.
Basta con ver el intro de la película para saber a qué nos vamos a enfrentar: los créditos acompañados de la música de Howard Shore están adornados por figuras parecidas a las que podemos encontrar en un Test de Rorschach. Esto impacta y sirve de mucho porque minutos después aparecerá en la pantalla un famélico Ralph Fiennes interpretando a Dennis Cleg —o mejor dicho a Spider— , quien se bajará de un tren y nos dará la primera impresión, la de un tipo con una maleta, ropa descuidada, corte de cabello asimétrico y una penetrante mirada perturbada que insinúa haber estado encerrado por un largo periodo de tiempo. Spider impacta e impone desde el primer contacto con el espectador.
Pero para entender a Spider debemos remontarnos a Patrick McGrath, la pluma que concibió a Spider como personaje. Mc Grath escribió la novela en 1990, pero antes pasó gran parte de su infancia en una institución para criminales psicópatas debido al empleo de su padre. Posteriormente llegó a trabajar en un centro para enfermos mentales. Sin duda alguna, toda esta carga empírica serviría para crear los personajes que habitan sus novelas (la mayor parte de su obra gira en torno a las aflicciones mentales). En la adaptación al cine, Cronenberg suprime el monólogo interior de la novela y realiza lo más destacable de la película, es decir, hacer que Spider nos cuente la película sin que nos demos cuenta, haciendo que pase desapercibido este detalle.
El habla de Spider es casi nulo, su lenguaje está suprimido a balbuceos y frases de difícil comprensión; camina por las calles desiertas del West End londinense y llega a un hospicio, una típica pensión europea en donde la señora Wilkinson (Lynn Redgrave) cuida a otros enfermos mentales a través de métodos demasiado rigurosos. Este hospicio sirve como un puente entre los enfermos mentales que viven en él y el mundo exterior, es la conexión más cercana que tienen con la sociedad. A esta edificación llegará nuestro personaje para establecerse en el ático (un lugar frio y polvoriento); el espacio y la distribución de los objetos que lo habitan logran una atmósfera agobiante —sumado a la bien lograda fotografía de Peter Suschitzky—, este espacio será el sitio en donde Spider dará rienda suelta a sus delirios de retrospección.
A partir de ahí solo nos quedaremos con la narración que nos llegará de acuerdo a la mirada del personaje principal. No se va a contrastar con ninguna otra realidad posible, se provocará una ruptura con la realidad y el personaje aparecerá en sus propios recuerdos recordando las frases que intercambiaba con su madre cuando era niño. Seremos espectadores del génesis de la enfermedad de Spider. 
Lo edípico y lo fantasioso comienza desde la infancia de Spider, pero ¿qué hace que todo esto ocurra? Tal vez podríamos remitirnos a dos escenas claves: la primera es la del pequeño Denis sorprendiendo a su madre mientras se prueba la ropa interior que ha comprado. “A tu padre le encantará”, le dice la madre. Al escuchar esta frase el pequeño Denis saldrá corriendo despavorido de la habitación. La otra escena es aún más importante para entender el mecanismo narrativo de la película y la psicosis de Denis: Spider sorprende a su madre en contacto casi sexual con su padre (interpretado por Gabriel Byrne) en las afueras de su casa, ante ello el pequeño Denis no podrá detener sus impulsos, desde este momento su madre moriría para él y su padre se convertiría en la figura icónica del mal. 
Como diría Daniel Paul Schreber: “Si yo la amo a ella, pero ella lo ama a él, entonces él me odia a mí y por lo tanto… ¿me persigue?”*. Partiendo desde esta premisa, Spider concebirá una suerte de desdoblamiento respecto a la proyección que tendrá sobre su madre. Según la narración de su psiquis, horas más tarde su padre (un tipo que se pasa todo el tiempo con la bebida) acude al bar al que suele ir y empieza a tener encuentros con una prostituta. Cronenberg, de manera muy lograda, hace que tanto la prostituta como la madre de Spider sean interpretadas por Miranda Richardson.
El padre de Spider mata a su esposa en complicidad con la prostituta con la que empieza a salir, ante todo esto debemos tener en cuenta que Spider –el adulto, no el niño- ha dejado de tomar su medicación en el sitio donde se encuentra hospedado.  Pero ¿qué nos lleva a pensar aparte de la ausencia de la medicación que el discurso de Spider pende del delirio constante? Pues remitámonos a un elemento repetitivo en la película, el de la escritura indescifrable que nuestro protagonista plasma en un cuaderno que esconde debajo de una alfombra. El delirio empieza a dar rienda suelta en el momento del supuesto asesinato de su madre por parte de su padre, —prostituta y padre compartirán culpa según el pequeño Spider—, cada vez que este delirio empieza en el imaginario de Spider, él recurre a un método de escritura que solo él entiende, zigzags, puntuaciones sin textos a manera de un intento vano de poder simbolizar lo real. Spider intenta una solidificación que nunca logra alcanzar, y esto lo volveremos a ver mientras intenta armar todas las piezas de un rompecabezas.
Sería también la misma madre la única que lo llame “Spider” (su padre lo llama siempre por su nombre “Denis”), y es ella quien posesiona a su hijo como objeto de su deseo al contarle la historia de las arañas y re-bautizarlo. A manera de pacto simbólico esto tendría mucho peso respecto a la construcción de Spider como individuo. Más tarde, él construiría un mecanismo muy sofisticado: tejería una red con materiales rústicos para crear un sistema que abra la llave de gas y conseguir con esto la muerte de la figura que ha usurpado el rol de su madre, y llevar a cabo la venganza hacia su padre por haber matado a su madre.
La película se apunta hacia una sucesión de falsas construcciones de tipo narrativos que hay que saber diferenciar, a primera mirada estamos ante un pequeño Denis que ha sufrido lo más atroz que un niño puede sufrir: que su propio padre asesine a su madre. Pero leyendo entre líneas tenemos otro factor determinante y trágico que a todo niño podría trastocar: la destrucción de sus ídolos, en este caso el de su madre. A partir de esa ruptura el mundo para Spider será construir redes y telarañas como una manera críptica de moverse en el mundo, de saberse solitario. 
(*) Daniel Paul Schreber, Memorias de un enfermo de nervios.

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