Solange Rodríguez: «Elegir la docencia es dejar el cinismo»

POR NELLY MARRIOTT

La escritora Solange Rodríguez Pappe (Guayaquil, 1976) nunca quiso ser profesora. De muy joven, quería ser doctora y no seguir el camino de su padre: un profesor que disfrutaba de su trabajo. Veinte años después, sin embargo, piensa diferente. Como académica, en febrero del presente año ganó el premio Matilde Hidalgo en la categoría de Arte y Cultura. Este reconocimiento está dirigido a docentes que hayan contribuido con méritos al arte nacional y posean una trayectoria admirable y de inspiración. Rodríguez es cuentista, cronista y gestora cultural; ha publicado seis libros: Tinta sangre (2000), Dracofilia (2005), El lugar de las apariciones (2007), Balas perdidas (2010), Caja de magia (2013), y La bondad de los extraños (2014). Aparece, además, en varias antologías internacionales. En el 2010 obtuvo el premio Joaquín Gallegos Lara en la categoría de cuento.

Solange Rodríguez es considerada una figura destacada de la ficción latinoamericana según la universidad de Louisville, Kentucky. Ella fue invitada por esta universidad para participar en la «Conference on Literature and Culture» que se hace desde 1990, donde participan alrededor de cuatrocientos escritores y críticos literarios de todo el mundo. Rodríguez también dirige talleres literarios y es gestora en diferentes espacios de la ciudad de Guayaquil. Ha sido invitada para representar a Ecuador en varias ferias del libro, entre ellas las de Guadalajara, Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima, Bogotá y La Habana, aparte de las de Quito y Guayaquil.

«La docencia es una investigación y la investigación es un alimento permanente de la escritura. Todo va de la mano», señala Rodríguez. Ella llegó a la cátedra por la comunicación y por financiar la carrera universitaria que cursaba, en literatura. Actualmente, piensa que la docencia es un camino de aprendizaje y rejuvenecimiento para quien lo imparte. Menciona que su aspiración es ser coherente, no llevar una bandera de posición moral, política, social o de buena conducta. Más bien, se considera una persona entusiasta, lo que equivale al amor por lo profundo y radical, y en este caso, amor a lo que hace. «En este camino he conocido, por ejemplo, a maestras unidocentes que viajan horas todos los días para trabajar con 60 alumnos en un espacio pequeño. Sé de profesores que ayudan a que sus alumnos sean sensibles y se conmuevan con el arte aunque sus recursos sean limitados. Esos son docentes loables, gente que merece mi absoluto respeto», indica la galardonada.

Para la escritora fue una sorpresa recibir el premio y menciona que se siente afortunada de estar asociada a la figura de Matilde Hidalgo puesto que la considera una mujer formidable y valiente. «Creo que hay personas con una enorme obra y trayectoria que lo merecerían cien veces más que yo, pero los premios son eso, obra del azar. Esta vez me tocó a mí». Solange Rodríguez recibió este premio por su creatividad, su innovación y su excelencia en la educación superior que fue calificada en distintas evaluaciones por parte de sus alumnos.

Entre sus últimos proyectos académicos está la materia que dicta en la Universidad de las Artes en Guayaquil, se llama «Lectura y Escritura del Relato». Invitó a sus estudiantes a involucrarse con la tradición de narrar historias volviendo al sistema del cuento original, que es expresar en voz alta una historia que se destaque por su carácter anecdótico. Este ejercicio se desarrolló en un centro literario abierto al público. «Se trata de, en lugar de escribir, contar. El acto de escuchar activa partes del cerebro donde están los recuerdos, que no se activan con la lectura», indicó la escritora. En este evento, varios de los alumnos contaron, desde su propia experiencia, ficciones que han estado con ellos durante toda su vida. Historias de fantasmas, de hadas y duendes, eventos sobrenaturales que han sido trasmitidos por sus mayores de generación en generación. Uno de sus estudiantes comentaba que al principio se sentía incómodo al estar frente a un público contando las historias de su abuela, pero Rodríguez remarca que «el aprendizaje está para incomodar, para sacarte de tu zona de comodidad donde no estás experimentando nada nuevo». Al final, las sonrisas con las que culminaban los jóvenes demostraba el éxito del ejercicio y la creatividad e innovación con las que la premiada dirige sus asignaturas.

Solange Rodríguez señala que todos los días, en la profesión como maestra, es consciente de la brecha generacional que existe entre ella y sus alumnos, y el temor es que algún día esa brecha sea tan enorme que se vuelva insalvable. No obstante, piensa seguir trabajando con sus estudiantes, ya que los considera sus pares, y abrir un grupo de investigación para examinar y documentar el cuento ecuatoriano. «Elegir la docencia es dejar el cinismo que viene con la edad y volverse un humanista. Creo que es de valientes y de personas con un corazón y una convicción enormes de que el futuro no nos puede traer más que cosas mucho mejores». También menciona que desde este momento de su vida presiente que aún falta mucha más escritura y movimiento. Por este motivo, espera lanzar este año una antología personal de sus relatos.

Solange Rodríguez Pappe trabajó como profesora de literatura en el colegio Liceo Los Andes y luego en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, donde también dio clases de comunicación social. Continuó sus estudios de cuarto nivel en la Universidad Andina de Quito con una especialización en literatura fantástica. Actualmente, trabaja como docente de tiempo completo en la Universidad de las Artes.

Fotografía de Amaury Martínez

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