Rodolfo Hinostroza: «Si no encuentras tu voz, no eres poeta»

¿Qué se puede hacer si no conoces mucho la obra de un escritor y debes entrevistarlo? Uno puede acercarse a Google e intentar teclear, como desaforado, un centenar de posibilidades y combinaciones que te acerquen más al autor. En mi caso, mis ojos iban de un lado al otro como pelota en un juego de ping pong, sin mostrarme siquiera una décima parte de su obra. La renuncia estuvo fija en mi mente hasta que su segundo libro publicado, Contra Natura, se depositó en mis manos. Lo leí y revisé sus intrincados símbolos visuales/lingüísticos y comprendí que las preguntas demandarían más que una buena lectura de su biografía. También entendí, como dijo el escritor Mario Montalbetti sobre el oficio del poeta, que estaba frente a “un demiurgo del lenguaje”.

El lunes 10 de noviembre, en la Universidad Católica de Guayaquil, se desarrolló un evento organizado por el festival Desembarco Poético en el que se recorrió la trayectoria literaria del poeta peruano Rodolfo Hinostroza. Lo que sigue es el intento de transmitir parte del cúmulo de ideas de un poeta que reconfiguró la tradición lírica desde su visión iconoclasta.

Nelson Bodero, estudiante de Literatura, comenzó con una reseña de su vida y le dio paso a el poeta Ernesto Carrión, quien entrevistó al escritor, frente a una audiencia conformada en su mayoría por estudiantes. Desde el comienzo, Carrión nos dijo que le iba a dar la posta completamente a Hinostroza; cada pregunta fue contestada de manera profusa por el autor, quien con su ronca voz apresó a todos. La primera pregunta giró en torno a la situación poética del Perú cuando él comenzó a escribir poesía. En 1961, al entrar en la Universidad San Marcos, Hinostroza empezó su creación poética: “El ambiente estaba dominado por la literatura en lengua española hispánica. Los jóvenes poetas hacían un cóctel con Neruda, Vallejo, García Lorca, una pizca de Hernández, y sacaban unos poemas que eran muy parecidos entre sí, un tono muy uniforme (…)  Tuve que distanciarme mucho de esa poesía hispánica y le apliqué mucho la poesía francesa, la americana, la inglesa y no sé si la polaca, la rusa».

Carrión le pidió, inmediatamente después, que nos hable sobre su primer libro publicado, Consejero del Lobo y el contexto en que surgió. Lentamente, Hinostroza fue diciendo que el libro había sido escrito íntegramente en Cuba por el lapso de dos años. Su estancia ahí surgió producto de una beca cuyo propósito principal era el de convertir en guerrilleros a sus beneficiarios. Hinostroza relató distintas situaciones a las que estuvo expuesto (por ejemplo, la crisis de los misiles en 1962) y cómo encontró su “voz”. Aunque su libro fue censurado, se negó rotundamente a corregirlo; afortunadamente, Lezama Lima (el reconocido poeta cubano), al leer sus poemas, aceptó publicarlos, pero poniendo como condición que su distribución fuera lejos de América Latina.

“Yo tengo la costumbre de no repetirme (…) Hay una poética para cada libro”, nos dijo Hinostroza como preludio a la intervención sobre su segundo libro, Contra Natura. Como anécdota, que puede descolocar a algunos, contó que un día después de una borrachera en Lima leyó un poema que no se había acordado que había escrito. Fue en ese preciso momento que descubrió su tono, y a partir de entonces lo desplegó en múltiples aristas. Uno de los poemas que conforman el libro se llama “Imitación  a Propercio” y, de acuerdo a las palabras de su autor, fue concebido de manera súbita. Es interesante reconocer en la labor del poeta la importancia de ciertos valores clásicos, como muestra inequívoca: la “inspiración”. Al comienzo las editoriales no le respondían y esto frustraba al escritor, pero se decidió a presentar su libro en una convocatoria en la que intervino Octavio Paz. Hinostroza ganó el premio y de ahí su situación cambió.

A medida que fueron avanzando las preguntas con respecto a su obra poética, pudo notarse una consigna personal: “no me gusta repetirme”. Quien se acerque a este poeta peruano difícilmente encontrará versos similares, porque cada libro publicado es un acto de reinvención para él. Ernesto Carrión hizo una digresión en medio de las preguntas para acotar que existen ciertos poetas que adquieren un tono, pero no escapan de él porque se convierte en su refugio; para Ernesto, esta actitud se convierte en una falta de valentía artística. 

Durante casi 37 años, Hinostroza tuvo un período de silencio poético en el que logró desarrollar narrativa, teatro y diversos ensayos literarios. En sus palabras se pudo entender que se había vaciado por completo. Es por esto que emprendió otro rumbo y se embarcó en la creación de cuentos, novelas y obras teatrales. Cuando decidió explorar su lado familiar, formó su libro Memorial de Casa Grande, que fue publicado en 2005. Este encarna otra manera de escribir, más clara y directa, dejando a un lado expresiones lingüísticas extranjeras y eruditas.

Mientras el poeta hablaba, las miradas de los asistentes estaban estáticas en él. No vi rostros afirmando ni caras de impaciencia, la poesía nos agarró, tan firme y tan ronca, desde el comienzo. Algunas de las respuestas que más resaltaron fueron:

“Si no encuentras tu voz, no eres poeta (…) tú te das cuenta instintivamente: ‘esa es mi voz’,  si no te das cuenta, se te pasó el tren.”

“La poesía lleva a su máxima exaltación la palabra. Toda la palabra, con sus puntos, sus comas, sus paréntesis, con su puntuación, con su silencios, con sus pausas y con sus vacíos.” 

Al salir del evento pensé: ¿estuvimos, acaso, media hora, una hora o dos? Realmente no importó. Rodolfo Hinostroza había logrado su propósito y yo ya era una convencida más. Debía leer más poesía.

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