Piedad Bonnett: «Me gustaría que me leyeran con un lápiz en la mano»

Fotografía tomada de Alfaguara

La poeta y novelista colombiana Piedad Bonnett aceptó responder nuestras Matapreguntas. Bonnett, con más de una decena de libros publicados, entre los que se cuentan las novelas El prestigio de la bellezaSiempre fue invierno y los poemarios Explicaciones no pedidas y Las herencias, nos contó, además, una anécdota un poco extraña:  

«Esto lo he contado ya in extenso. Aquí resumo. Escribí una novela donde el personaje se llama Antonio Alvar. Un tiempo después recibí dos correos electrónicos. El primero, de una mujer que me dijo haber recibido el libro de manos del hombre que amaba, que le había dicho: ‘si quieres saber quién soy y por qué este amor no puede ser, léete este libro’. El otro correo era de otro Antonio Alvar, de la misma edad del protagonista y con el mismo oficio, que no podía creer tanta casualidad. Durante un tiempo sostuve correspondencia con la mujer, hasta que tuve la oportunidad de ir a España y conocerla. Hablamos. Era bella, joven, inteligente. Me preguntó que iba a hacer al día siguiente, le dije que viajar a otra ciudad porque atendía la invitación de una universidad donde iba a hablar de mi literatura. Me preguntó a cuál y quién me invitaba. Casi se va para atrás: era su amante, que me había invitado sin contarle nada. Fui, pues, a dar mi conferencia y, de paso, a conocerlo, y luego a otra ciudad, donde el Alvar de las coincidencias me recibió con alegría y me llevó a hablar con sus alumnos de la relación entre realidad y literatura.«
¿A qué escritor resucitarías? ¿Para qué?

A dos: Isak Dinesen y Truman Capote, para invitarlos a un café y reírnos un rato.
¿Ser o no ser?

Como en el verso de Watanabe, «ser y seguir siendo en cualquier rostro vivo».
¿Quién es el autor más sobrevalorado? ¿Y el olvidado injustamente?

Sobrevalorado, Michel Houellebecq. Y no olvidado sino insuficientemente conocido, Bohumil Hrabal.
¿Cómo te gustaría ser leída?

Con un lápiz en la mano.
¿Qué título le pondrías a tu autobiografía?

Para otros era el cielo.
¿Cuál ha sido tu peor trabajo?

A los 20 años, en una oficina del Estado, sin ninguna tarea en el horizonte.
¿Cuál sería el soundtrack ideal para el Fin del Mundo?

«Perfect Day», de Lou Reed.
Si permanecieras encerrada un año en una casa, ¿qué guardarías como provisiones?

Un par de trenzas como las de Rapunzel.
Cuando las mariposas se enamoran, ¿sienten humanos en la barriga?

Sienten gusanitos, que es casi lo mismo.
«Ay Dios mío, ¿y ahora qué?», solía ser el primer pensamiento mañanero de Bukowski. ¿Cuál es el tuyo?

Tengo hambre, luego existo.
¿Quién ayuda a Dios cuando madruga?

Nadie, porque como Bukowski él también dice: «Ay, Hombre, ¿ahora qué?»
¿Con qué personaje literario te gustaría tener un affaire?

Con ninguno. Todos son o cínicos o excesivamente trascendentales.
¿Con qué libros habrías enloquecido a Don Quijote en lugar de los de caballería?

Con los de los estructuralistas franceses.
Si llega a tu casa una musa, ¿qué haces?

Le pido que lave la loza mientras yo escribo un poema que tengo pendiente.
Tú cita favorita:

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, de Cesare Pavese.

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