Paula Ilabaca, la más mujer de todas las poetas

Licenciada en Letras, Paula Ilabaca es una poeta chilena con una voz lírica estremecedora y renovadora del lenguaje, y es también una gran gestora cultural. Llegó a Ecuador para participar en el festival “Desembarco Poético”, realizado en Guayaquil, y para lanzar su libro de antología personal Ínsulas; el poeta Ernesto Carrión la contactó con la editorial independiente Dadaif Cartonera: “Yo no los conocía, pero a mí me gustan mucho las cartoneras porque creo que son una opción muy válida de edición y, bueno, ya había sacado la segunda edición de la ciudad lucía con una cartonera en Uruguay y no tenía más libros que darles así que decidí hacer esta antología personal, se los propuse, les gustó la idea y lo hicimos”. Así, Ínsulas es una selección de algunos poemas que se encuentran en sus tres poemarios: “Es una especie de mix; fue sumamente enriquecedor porque me di cuenta de que estaba hablando de una sola cosa en todos estos años de escritura, todo está junto, todo tiene que ver con lo mismo”.

Este libro lo armó en el 2011 y a principios del 2012 lo entregó al colectivo. Con esta publicación, de alguna manera, pudo revivir lo mejor de su poesía: “En ese momento estaba en un proceso de reflexión sobre qué iba a pasar con mi escritura, yo no estaba escribiendo, me sentía como en un escampado, sin saber lo que iba a pasar, entonces me pareció súper adecuada esta edición porque me revitalizaba y de hecho, en Chile, recién se está leyendo mi primer libro y fue ya publicado hace como 11 años así que finalmente mi poesía está vigente y no puedo olvidar mis primeros poemas porque son los que me han llevado a hacer lo que estoy haciendo ahora”.  

Su primer libro publicado fue Completa, luego vino la ciudad lucía y luego La perla suelta; una persona cercana a la poeta y que incursiona en crítica literaria lo vio todo desde fuera y le dijo que, para ella, Completa era como el libro de la adolescente; la ciudad lucía, como la adolescente que se está haciendo mujer; y La perla suelta,como la confirmación del discurso femenino: “Pero claro, como poeta mujer, es súper peligroso transitar por estos espacios femeninos, porque podría verse como cursi o muy visitado; entonces trabajé con mucha honestidad, sin plantearme cómo iba a ser o las características que iba a tener el libro sino que lo escribí en un momento triste, muy desolado, y en la ciudad lucía está la violencia que sufrimos todas las mujeres y que es muy soterrada. Así salió y digo que salió porque escribía y escribía y después leía y decía qué horrible, qué dirán mis padres… Ya luego, en los talleres, aprendí que no se debe pensar en eso”. Así pues, los borradores de la ciudad lucía, cuenta la poeta, eran como cartas, con la letra muy pequeña y tal vez la minúscula representaba al sujeto poético empequeñecido: “Es por eso que la ciudad lucía está con letra pequeña, no tiene puntuación y he tenido que pelear con los editores y con la gente que escribe textos críticos para que le bajen la mayúscula; el título es con minúscula”.


Cuando escribió La perla suelta, por otro lado, ya tenía 27 años y comenta que se arrojó hacia el vacío infinito; planteaba cómo los hombres utilizan a la mujer, la objetualizan y luego la abandonan: “Exploré la consumación de ese dolor femenino, la desolación que llega después de que te das cuenta que no eres nada para el otro. La perla suelta es sentencia; dice esto es así y esto es así y al final todo fue comprendido porque los hombres-poetas, en mi país, dicen que soy la más mujer de todas las poetas porque en el fondo hago una especie de devenir mujer, desde lo femenino, devengo a un femenino más profundo y despiadado”.

En esta obra retomó la puntuación y se la suele enmarcar como prosa poética pero para ella, simplemente es otro tipo de respiración. Esto lo aprendió con el poeta chileno Gonzalo Rojas: “En el 2010 lo fui a visitar y me dijo que el verso tiene que ser como la respiración y entonces todo tuvo sentido para mí, porque yo tenía cortados los versos de la ciudad lucia y era al principio puros bloques de escritura y cada vez que los leía, muy intuitivamente, marcaba los cortes que hacía en la lectura. Entonces pensaba, no, aquí me van a mandar a la punta del cerro, como dicen en Chile y me dirán que esto no existe, que esto no es poesía, pero tuve la suerte de que me los editó mi amigo y poeta Hector Hernández, así que me dejó la vía libre y me dijo que era mi poesía y que haga lo que quiera con ella… Por eso, incluso, hay versos fragmentados y los poemas parecen incompletos porque la ciudad lucíaes, finalmente, como barro que se va deshaciendo”. 

En su última obra Estados de mi corazón, lanzada en el 2010, publicó unas cartas que escribió entre sus 19 y 25 años; las cartas iban dirigidas al novio que tenía en ese tiempo: “Un día, estúpidamente, me las devolvió. Cuando las publiqué, me amenazó con demandarme, pero averigüé sobre el asunto y muchos expertos en literatura en Chile me dijeron  que no, que las cartas eran mías… Yo creo que a él lo que le pasó fue que  sintió que las cartas no eran para él y puede ser, hubo un tiempo en que yo las escribía y se las regalaba pero no sentía que eran para él”. Joselyn Pantoja, su editora mexicana, le dijo que no entendía en qué momento se le ocurrió publicarlas y exponerse de esa manera pero en todo caso y, aunque aún nadie dice nada acerca de ese libro, en algún momento se lo tomará como una referencia para volver a encontrar a la literatura como epístola. 

León Félix Batista, poeta y crítico dominicano, escribe un ensayo llamado Del neobarroco al postbarroco en la poesía latinoamericana actual en el que menciona a Paula como una de las poetas que parece a ir por esta línea; ella por su parte, está de acuerdo y dice que “sí, absolutamente, porque el barroco tiene esta cosa de que no es tan importante el significado del lenguaje y más bien satura todo con una especie de imaginería pero más bien yo hablaría de un Neobarrocho, así se dice en el sur de Chile, y corresponde con lo que pasa con el río Mapocho, que es un río horrible de Chile porque es muy sucio. Hubo un tiempo en que quisieron hacerlo navegable pero los científicos dijeron ‘No, una gota de agua que le salpique a la gente y basta para infectarlos’ (risas), entonces, esto me explicaba un amigo poeta de Chile que había estado en un encuentro de escrituras barrocas que se dio en Santiago de Chile a principios de Octubre y hablaba también del Neobarrosso, pero bueno, si analizas el Neobarrocho, que no es claro, y lo trasportas a la ciudad lucía, el barro que tiene la ciudad lucia tiene que ver con ese río, que es absolutamente tóxico”.


Pero Paula no se puede enmarcar solo como poeta; de hecho, a fines de los años 90 ya participaba en muchos performances cuando estaba en la Universidad Católica de Chile y lo hacía como una forma de acción poética, de encontrar elementos que funcionen como un correlato. La última vez que lo hizo fue con el lanzamiento de Las perlas sueltas, en México: “Llevé un collar largo de perlas y empecé a leer; mientras leía, tomé el collar y dejé caer las perlas… Hubo gente que se acercó y las recogió y me decían ‘Mira, tengo una parte de ti’. El performance es una buena forma para demostrar que la poesía o el texto está vivo; es llevar a la poesía más allá del propio texto. Cuando estás frente a un público, el texto también se arroja”.

Actualmente, Paula Ilabaca ya tiene una novela escrita pero siente que aún no es el momento para publicarla: “Pasa que es medio complejo lanzarla ahora porque en ella dialogo mucho entre el erotismo y la pornografía así que pienso que sería como muy bizarro publicarlo ahora”. Sin embargo, ahora tiene planes de sacar una obra reunida, con todos sus textos para empezar a moverlos otra vez: “Hace años me di cuenta que la poesía era muy lenta, era como una inversión a largo plazo, pero finalmente no me siento tan atada a la poesía, mi relación con ella es muy libre. En este momento, de hecho, estoy incursionando en la dramaturgia; el lenguaje me lo ha pedido. A parte, me encanta el cine, pero me ha costado mucho porque, por ejemplo, un amigo y actor me dijo ‘Paula, esto es hermoso pero es poesía y si la montamos así como está resultará una obra críptica, extraña, hermosa pero la obra de una poeta y yo te quiero convertir en una dramaturga’. Y el gran dramaturgo Lucho Barrales, como la gran prueba de fuego, también me dijo ‘sí, tú lo puedes hacer’”. 

A pesar de ser una escritora que está muy vigente, sus libros aún son difíciles de conseguir, incluso en internet. Ella atribuye este problema a los editores que no hacen la gestión para mover los libros por todos lados o no quieren sacar un e-book o no permiten que los textos entren en una plataforma virtual: “Yo creo que a los escritores, mientras dependan de un editor, se les hará muy difícil mover su obra. Pero claro, publicar en Chile, al menos, es muy costoso entonces vienen los editores y apuestan por ti y tu agradeces el gesto pero por otro lado, te dejan amarrado y tú sabes que es un truco sucio porque no te pagan por los derechos de autor y sin embargo sabes que esa persona que apostó por ti está recibiendo un dinero por eso. Y es muy irritante que, por ejemplo, he llamado a pedir un libro y me dicen, no es que los tengo en bodega o no lo re impreso o a veces la gente me pregunta ‘Oye, dónde puedo conseguir tu libro’ y les digo a dónde ir pero me responden que no, que ya fueron y no lo tienen. El editor es el gran proveedor, pero si no es un buen editor puede entramparte muy mal y tu poesía puede quedar completamente escondida”.

Pero aún con estos problemas, Paula Ilabaca es reconocida, leída y admirada por muchos lectores y se ha presentado en varios festivales de poesía y en encuentros de poetas iberoamericanos como Salida al mar, en Buenos Aires, AQ poesía, en Arequipa, Latinale en Berlín, entre otros, así como también ha gestionado festivales como el de Poquita fe, en Santiago de Chile. Los festivales, asegura, siempre la revitalizan.


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