Maximiliano Barrientos: “La escritura que proviene de una fórmula es una escritura que nace muerta”

La vejez. La juventud. El viaje como la destrucción de la identidad. La intimidad como espacio digno de ser recreado. Son algunos de los temas que convergen en la narrativa de Maximiliano Barrientos (Santa Cruz de la Sierra, 1979).
Conocí a Maximiliano Barrientos a través de una antología, 20/20, y su cuento Una vida nueva me llevó a otros de sus relatos y a su novela Hoteles, donde mi curiosidad quedó saldada. La narrativa de Maximiliano es musical y compacta, sus cuentos dicen lo suficiente permitiendo al lector hacer su parte: inferir, recrear a partir del abrebocas qué significó el relato, una elaboración personal que varía de lector a lector. Las historias de sus cuentos son muy cercanas, con personajes muy humanos que sufren, ríen, unos queriendo escapar, otros volver.
Barrientos ha publicado los libros de cuentos Diario (2009, El Cuervo) y Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer (2011, Periférica), y la novela Hoteles (2011, Periférica), que se tradujo al portugués en la colección Otra Lingua, de la editorial brasileña Rocco. En noviembre de 2014 publicará su siguiente novela, La desaparición del paisaje, en la editorial española Periférica.

La vejez o la pérdida de la juventud es un tema latente en tus relatos. ¿Qué tanto de la sociedad occidental se representa en tus ficciones? ¿Hacia dónde se dirige la vida en tus relatos? ¿Cuestionan algo?
Cuando escribí los cuentos de los libros que están publicados tenía entre 24 y 27 años, y supongo que la perdida de la juventud, las crisis de parejas, la vejez prematura como una amenaza estaban latentes ahí. Siento que lo que estoy escribiendo actualmente ha sufrido un viraje en ese sentido. La novela que publicará la editorial Periférica en noviembre de este año titula La desaparición del paisaje, y si bien hay algunos elementos comunes a los dos libros de relatos (Diario y Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer), y a la novelita Hoteles, también siento que exploran algunos territorios que no estaban presentes de forma tan constante: la familia, el luto, la violencia, el alcoholismo, el regreso al lugar de donde se fugó. Con respecto a las preguntas que formulas, no estoy muy seguro de cuánto de la sociedad se refleja en mis textos. Yo nací, crecí y pertenezco a una clase media cruceña, y por lo tanto escribo con esas referencias, pero el marco social aparece siempre como un contexto, no como un tema. No pretendo cuestionar nada, pretendo darle forma narrativa a ciertas escenas que aparecen en mi cabeza y que se vuelven lo suficientemente sugerentes para que trate de convertirlas en cuentos o novelas.
Tu literatura provoca una mirada hacia el interior sombrío del ser humano, un auto-reconocimiento de esos espacios que no queremos ver porque son oscuros, fríos y solitarios. ¿Qué tanto de Maximiliano Barrientos hay en los personajes y en las temáticas de sus relatos? ¿Tratas de huir de algo?
Con los personajes no siempre comparto un bagaje biográfico, pero sí comparto ciertas obsesiones y búsquedas, ciertas taras y padecimientos, ciertos climas psicológicos. Para ser sincero, no creo que podría escribir sobre un personaje que sea diametralmente opuesto a mí, no creo que tampoco me divertiría. Los personajes cambian a medida que yo cambio, pero eso no quiere decir que escriba únicamente en tono autobiográfico. Con respecto a la pregunta de la huida, la escritura puede ser un escape (aunque ese tipo de literatura no me interesa, o me interesa más para disfrutarla en formatos como el cine y la televisión) o un zambullirse en zonas peligrosas, con la garantía de que la ficción en sí misma es un chaleco salvavidas que te impide hundirte, que te permite regresar (esa sí es la literatura que me interesa).
En tus ficciones el ser humano es solitario, triste y melancólico. ¿Cómo narrar lugares comunes sin caer en ellos? ¿Cómo se entiende la soledad del hombre, acaso desde las imágenes patéticas del aislamiento voluntario o de la auto-reflexión que lo ubica como ser frente al Otro y al mundo?
Creo que toda escritura que proviene de una fórmula es una escritura que nace muerta, así que no creo en fórmulas. He tratado de ser lo más sincero posible con las historias que he escrito, más allá si son oscuras o no, más allá si son tristes o no. Es decir, no me he propuesto conscientemente escribir cuentos sobre un hombre solo o en crisis. Mi cabeza no funciona de esa forma. Le doy mucha importancia al inconsciente, me gusta esa ficción donde se siente que el inconsciente es el que ha dictado la pauta. Esto no quiere decir que un texto no requiera trabajo una vez escrito, todo lo contrario, pero me interesa que esas partes de las que no se tienen control sean las que dicten el ritmo de la escritura, las que digan por dónde hay que ir.
Si viajar significa encontrar la identidad. ¿Hasta dónde o hasta cuándo tiene que viajar el ser humano para definirse a sí mismo? ¿Cuál es ese no lugar, esa distopía perfecta?
A veces estoy tentado a creer en lo opuesto: uno viaja para disolver la identidad, para que en otro lugar uno pueda ser menos el que era en el lugar de origen. Y esa experiencia en sí misma es liberadora y fascinante, pero siempre es pasajera.
¿Qué aspectos de la intimidad exploran tus relatos o a qué aspectos te sientes más atraído?
Escribo de forma intuitiva, algunas escenas disparan un relato y otras me dejan indiferente. Me es imposible decir por qué algunas imágenes y situaciones me hacen escribir y otras no, supongo que es una cuestión de sensibilidad y de olfato. Siempre escribo sobre la intimidad porque eso es lo que conozco, eso es lo que para mí representa el lugar de la intensidad. Como lector, le exijo a la literatura crudeza, conciencias alteradas, emociones, lucidez, arrebatos, violencia, ternura: todo eso junto, todo eso contradiciéndose entre sí. Una escritura cerebral me deja indiferente. Una escritura planificada como se planifica un edificio me aburre de manera contundente. Le pido a los libros lo mismo que le pido a un solo de guitarra o a una pelea de MMA.
Si la música y el cine han influenciado tu narrativa como se evidencia en tus relatos, ¿en qué medida esta influencia explica tu estilo narrativo? ¿Cómo ayudan al lenguaje la música y el cine?
Creo que el cine me ayudó a ser concreto, a pensar en imágenes, a escapar de la abstracción, que es una de las cosas que más detesto en la literatura. La música me ayudó a prestarle atención al ritmo. Una escritura sin ritmo es una escritura obesa. Los abogados y los burócratas y los reporteros de economía escriben sin ritmo. Hay montones de libros que dejo en la primera página porque encuentro una escritura fofa, sin electricidad. Libros que bien pudieron estar escritos por abogados, por burócratas o por reporteros que trabajan en el área de economía.
¿Qué se está escribiendo en Bolivia? ¿Cuáles son las temáticas y los géneros más representativos actualmente?
Creo que hay una pluralidad de temas y escrituras y eso es lo mejor que podría pasarnos. Afortunadamente, el tiempo de los fundamentalistas que decían qué era lo que tenía que ser la literatura boliviana ya ha acabado, y cuando algún resentido o resentida sale con esa cantaleta diciendo “esto es lo nuevo y hay que seguirlo, lo otro es lo viejo y hay que enterrarlo”, nadie le da bola, todos se le ríen.
¿Quiénes están escribiendo en Bolivia que no salen en las portadas de los diarios o revistas, es decir, quiénes deberían ser leídos y no lo están siendo?
Afortunadamente, en estos años ha salido una camada de muy buenos escritores a los que les han dado atención y han publicado por fuera de las fronteras bolivianas. Yo creo que pronto también les tocará el turno a dos cuentistas: Fabiola Morales y Saúl Montaño, y a un poeta extraordinario: Julio Barriga.
¿Qué avizoras sobre la Bolivia literaria a partir de la nueva generación de escritores de la que eres parte?
Espero más y mejores libros.

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