La invitada de esta edición para responder nuestras #Matapreguntas es la escritora María José Navia (Santiago de Chile, 1982). Actualmente, María José está terminando un doctorado en la Georgetown University, desde donde ha viajado en dos ocasiones a Ecuador. Durante los dos veranos que pasó en el país, estuvo a cargo de un grupo de estudiantes de su misma universidad que viajaban a mejorar su español.
«Hicimos paseos a distintos lugares (a Tena, a Mindo, a Galápagos) y en una de esas oportunidades me tocó pasar unos días en Riobamba, donde tuve los sueños más raros de mi vida. No necesariamente pesadillescos, pero sí extrañísimos. Todas las noches, puntualmente, llegaban esos mundos a habitarme. Además dormía sola en una habitación con tres camas: me sentía la Ricitos de Oro de Riobamba».
María José es autora de la novela SANT (Incubarte Editores, 2010) y del e-book de cuentos Las variaciones Dorothy (Suburbano Ediciones, 2013). Cuentos suyos han aparecido en antologías de Estados Unidos, España y Chile. Escribe reseñas en tiempo récord para su blog Ticket de Cambio y espera la publicación de su nuevo libro, Instrucciones para ser feliz, por Sudaquia Editores en 2015.
¿Cuál es el primer libro que recuerdas haber leído?
Probablemente no es el primero-primero, pero sí el primero que me dejó muy impresionada: Mujercitas. Mi abuelo me compraba bolsas llenas de novelas en librerías de viejo, siempre de Julio Verne, hasta que un día apareció Mujercitas entre ellos, de puro error o casualidad, y me cambió el mundo pensar que un personaje podía ser interesante y feliz, no por grandes hazañas de viajar al centro de la tierra ni dar vueltas al mundo sino por querer ser escritora con todo el corazón.
¿Y el último libro que leíste?
Goø y el amor, de Claudia Apablaza, una escritora chilena muy genial, y Boy, Snow, Bird, de Helen Oyeyemi, que es una BELLEZA.
¿Qué te gustaría hacer que no tenga que ver con la literatura?
Creo que todo lo que hago tiene que ver con la literatura: escribo, estudio un doctorado en literatura en la universidad de Georgetown, hago clases de literatura, participo en un voluntariado en 826 DC (una fundación del escritor Dave Eggers) haciendo talleres de cuentos ilustrados para niños, escribo recomendaciones de libros en mi blog. Creo que todo lo que hago es estrujar hasta la última gota mi fascinación por la literatura. Pero supongo que, fuera de ese mundo (que es tan amplio y donde parece caber todo), me gustaría mucho ser cantante. Adoro cantar. Me encantaría protagonizar un musical.
¿Qué título le pondrías a tu autobiografía?
Jean Rhys tiene el mejor título de autobiografía del universo: Smile Please. Siento que nada le puede ganar a eso.
¿A qué escritor resucitarías y para qué?
A Paul Celan. Para decirle que su poesía y sus cartas me salvaron la vida. A Jorge Teillier, porque al mundo le haría bien un poco más de su belleza. A Anne Sexton, para juntarme a escribir con ella y leerla, leerla, leerla sin parar.
¿De qué personaje literario te gustaría ser amiga o amante?
Me gustaría ser amiga de María-Marie, uno de los personajes de Mantra, de Rodrigo Fresán. O del protagonista de “El aprendiz de brujo”, un cuento del mismo autor. Amante: de Gatsby.
¿Cuál sería el soundtrack ideal para el fin del mundo?
Las Variaciones Goldberg, de Bach, interpretadas por Glenn Gould. O “The Ship Song”, de Nick Cave and the Bad Seeds.
¿Quién es el autor más sobrevalorado? ¿Y el olvidado injustamente?
Me parece mal karma hablar de autores sobrevalorados. De los olvidados: Jean Rhys, si bien no está tan olvidada, me parece una maravilla incandescente. No sé por qué no estamos todos leyendo Good Morning, Midnight y recitándolo en modalidad de mantra. También me parece que, en Latinoamérica, no se le da suficiente atención a Shirley Jackson, que es una grandísima escritora estadounidense.
Si la supervivencia de la literatura dependiese, como en Fahrenheit 451, de memorizar un libro, ¿cuál elegirías y por qué?
Pedro Páramo. Ya memoricé sus primeras dos páginas. Me parece que ponen el mundo en orden. Es un concentrado de belleza esa novela. Tuve unos arrebatos de locura hace un tiempo y empecé a re-escribirla formando cada letra con banderitas post-it. Es una novela para habitarla, para conjurarla, para hacer llover, para hacer temblar. Todas las novelas, escritas y por escribir, ya están allí, en esa historia.
¿Cuál ha sido tu peor trabajo?
La verdad, soy trabajólica perdida y disfruto enormemente todos mis trabajos. Pero sufrí bastante siendo babysitter en Nueva York. Me tocó cuidar a unas niñas de familias muy adineradas, una experiencia absolutamente surreal de la que espero poder escribir algún día. Las familias me trataban muy bien, pero me llevé muchos golpes, mordidas, pataletas y sustos de esas niñas.
¿Cuál es tu secreto peor guardado?
Soy pésima abriendo puertas. Me pasas una llave y me dejas frente a una puerta (que se abre con esa llave) y puedo tardar horas en lograr abrirla. Tengo una torpeza atávica para las cosas más prácticas y sencillas. También tengo que poner los zapatos en el suelo, uno junto al otro, para saber en qué pie va cada uno. Y soy imposiblemente tímida.
¿Qué cantas en la ducha?
Es raro pero, para todo lo que me gusta cantar, no suelo cantar en la ducha. Sí canto en todos los demás espacios, soy de esas locas que van cantando por la calle, que inventa canciones mientras sale a correr, que deja mensajes de voz cantados. Aunque sí bailo en la ducha a veces.
¿Qué harías con un Gregorio Samsa en tu familia?
Uff, me bajaría el ataque de fascinación. Querría saber todo sobre él. Lo entrevistaría, le sacaría fotos, haría un «Gregorio Samsa: El Documental». O mejor: «El Musical».