POR: EDUARDO VARAS
Sobre “Good Ol’ Freda”, de Ryan White.
Sacar historias de debajo de las piedras y encontrar la mejor de todas. Freda Kelly no había hablado de esto; bueno, sí lo ha hablado con los seres más cercanos –sus hijos, por ejemplo-, pero fuera de ese núcleo, el planeta había decidido ignorar su importancia medular en la historia de The Beatles. Freda fue la presidenta del club de fans y la secretaria de Brian Epstein. Freda fue la amiga, la que los protegió, la que cuidaba a la familia de John, Paul, George y Ringo. Freda es la que todavía le dice “Ritchie” a Ringo. Es la chica de 17 años que entró al Cavern Club, en su natal Liverpool, y quedó atada a esos cuatro chicos que removieron su mundo y el de los demás.
Ryan White hace un documental con mínimos recursos, pero con una capacidad impresionante de saber dónde ubicar cada elemento del rompecabezas. Y con eso tiene ganado todo. Sobre todo porque esos “mínimos recursos” tienen que ver con imágenes y sonidos ligados a The Beatles.
White entrevista a Freda, a su hija, a varios amigos músicos del Merseyside, y hasta a Tony Barrow, el primer agente de prensa de los Fab Four. Con ellos y con material de audio y video de archivo, él cuenta una historia de amor, tan poderosa, que cuando la terminas de verla te das cuenta de que estás sonriendo. En “Good Ol’ Freda” hay muerte, distancias, bromas, risas, tristeza, cariño, recuerdo y casi nula nostalgia. Cuando Freda hace un recuento de los que no están, nombra a cada una de las personas, se quiebra. Antes no, no tiene necesidad, no es de las personas que se queda anclada en lo que pasó y quizás el poder de lo que vemos radica ahí.
En la película no hay melancolía, hay vida. No busca recuperar el tiempo que fue mejor; es solo un repaso por un momento de la vida de alguien que ha vivido otros momentos y que es capaz de hacernos sentir eso.
“Good Ol’ Freda” funciona porque Freda Kelly es hermosa. Y una mujer hermosa en el medio del ojo del huracán puede dar solo buenos resultados.
Ella habla ahora, 50 años después. Es la mujer que se quedó solo con cuatro cajas con recuerdos de esa época, que regaló lo que tenía a las fans, que se demoró tres años, después de la disolución de la banda, en responder el correo que quedaba por responder. Ella pudo vender todo lo que tenía y llenarse plata, pudo contar su historia tantas veces y obtener dinero y no lo hizo. Ella pudo ser otra y no la que con casi 70 años debe seguir trabajando como secretaria para mantenerse. Ella, que perdió a su hijo –quien le pidió varias veces que contara cómo fue vivir con Los Beatles cuando ellos fueron lo más grande-, es la que habla ahora como una necesidad de dejar ese pedazo de la historia a su nieto. No hay más. Así como su silencio fue una decisión personal, la razón por hablar es igual de personal.
Hay cierto código de ciudad pequeña que da vueltas por ahí y el documental no lo violenta. No hay revelaciones oscuras, saltos mortales, golpes bajos. Hay una lealtad impresionante en cada minuto de metraje. Ella se debe a sus amigos, a los chicos que quiere todavía, a las familias que la albergaron en salidas por las tardes para conocer sobre cultura (como Jim, el padre de Paul), a las mujeres que se convirtieron en la figura materna que ella no tuvo (como la mamá de Ringo). Ellos la quisieron y la quieren, de seguro. Cuando a mediados de los 60 los Beatles ya eran gigantes, Brian Epstein decidió que las oficinas debían salir de Liverpool a Londres y ella presentó su renuncia: no podía dejar a su padre, el que la había criado solo porque su madre había muerto cuando era pequeña. Ni Epstein ni los Beatles aceptaron su renuncia. Le dijeron que se quedara en Liverpool, que siguiera trabajando con ellos, y que fuera a Londres regularmente por temas de trabajo.
Era parte del grupo, era uno de ellos. Y gracias a este documental no dejará de serlo.
Eso es lo que gana en “Good Ol’ Freda”. No es un intento más por lucrar alrededor de The Beatles (este filme independiente es el primero en conseguir licencia de uso de temas de la banda). Es más bien un esfuerzo por darle a esta historia masculina el personaje femenino que tanto necesita.