“La literatura viola la norma, rompe la frontera, reinventa, provoca, sacude”

En un lugar de la serranía ecuatoriana existe un pueblo, Rioseco, una comunidad caracterizada por los excesos y la locura. En Rioseco vive la Chelita Ramírez, una niña de apenas doce años que vuelve locos de amor a los hombres y de celos a las mujeres.

La historia se cuenta en las obras Fetiche y Fantoche (1994) y Maldeojo (2005) del escritor ibarreño Huilo Ruales Hualca, y trata sobre la obsesión de un pueblo por uno de sus personajes: la Chelita. Aunque, talvez, los temas principales sean otros: la fatalidad de una comunidad, el amor, el olvido, el odio, la locura. O quizás se trata de la convergencia de todos estos temas.

La historia la cuenta Fantoche, uno de los pocos habitantes que le sobreviven a Rioseco luego del éxodo a propósito de la gran sequía. Fantoche, un personaje alienado de su realidad, todavía tiene fuerzas y tiempo para enterrar a los habitantes del pueblo que han muerto. Él, al igual que sus vecinos cuarenta años atrás, también está enamorado de la Chelita.

Don Ramírez, padre de la Chelita, estaba cansado de que los hombres del pueblo se mataran y se volvieran locos por su hija, de que vinieran a pedir su mano o le traigan serenatas. Así, buscó la solución más fácil y la encerró en una torre, como la mejor de las princesas de los cuentos de hadas. Cuarenta años más tarde la Chelita es liberada, pero ya no es la niña inocente y hermosa sino una mujer vieja y arrugada, loca y bruja.

¿Cuál es la intención del autor en relación a los personajes? ¿Quién está cuerdo en un pueblo donde todos parecen estar locos? ¿Cómo nació Rioseco? ¿Volverán los personajes alguna vez? Invitamos al escritor ibarreño a conversar con Matavilela en torno a su obra y los temas que convergen en ella.



En un punto los hombres dejan de pensar en la Chela como una persona y más bien comienzan a añorar un ideal: la belleza. ¿La belleza de la Chela representa a alguien, a quién o a qué?

A la perfección inalcanzable, quizá porque dentro de lo bello se halla el huevo, la larva de la muerte.

¿Consideraría usted el amor que todos los hombres sienten por la Chela como una orgía colectiva?

Si lo de orgía es una manera de dibujar el infierno del amor y la frustración, se lo podría ver así. Pero yo prefiero adjetivar a este multitudinario amor a la Chela en una fascinación colectiva. En mito y leyenda. Algo así ha ocurrido entre los hombres de varias generaciones con Marilyn Monroe, por ejemplo.

¿La Chela una bruja? ¿En qué momento la niña inocente que jugaba con muñecas se transforma en monstruo? ¿Cuál es el símbolo escondido detrás de esta metamorfosis?

Su belleza le conmina a la soledad y el encierro. Es el mito de la princesa encerrada en la torre del castillo. El ojo que la desea y que no puede poseerle termina vaciándola de la belleza y secando el deseo de poseerla. Entonces, la bella, usa el ojo para vengarse. El maldeojo se convierte en el arma de la vendetta. La Chela termina de malojeadora, podríamos decir.

Sin embargo, esta belleza luego se transforma. Lo bello es monstruoso. Lo sublime es grotesco. ¿A quién representa esta antítesis?

A la vida, por ejemplo, o al sueño de gloria, que inevitablemente concluye mal. O al éxodo, la migración, el irse muy lejos del lugar querido atesorando en la memoria y el corazón, lo bello de su pueblo, de su infancia, de su familia. La Chela sería su símbolo. Pero esto que comento no lo he pensado nunca.

La Chela se vuelve loca. ¿Cuál es la “realidad real y cuerda” en una ficción donde todos parecen locos? ¿Quién está cuerdo en Rioseco? 

Nadie. Ni el lector, que cree la historia contada por el loco del Fantoche. Y además, cree que soy yo, el autor, que la ha inventado. Todos estamos locos, sin duda.

El mundo en Rioseco gira en torno a la Chela, tanto hombres como mujeres viven alienados del mundo ‘real’ por estar enfocados en ella. ¿Cómo se construye la identidad de los personajes de Rioseco? ¿A quién representan los hombres y las mujeres de Rioseco?

A ellos mismos, pues, los personajes existen porque el mundo ficcionado es verdadero, y casi siempre mucho más que la realidad. Es más, no creo que se deba buscar en una obra literaria su parecido o su origen con lo existente. Son dos mundos autónomos y cada uno con su consistencia. Desde luego que, aparte de la vida personal, las grandes obras literarias, con sus historias y personajes, son mucho más consistentes, más completas que la realidad. Basta como ejemplos, Crimen y castigo, de Dobstoiesky, o Moby Dick, de Melville, o Madame Bovary, de Flaubert, y cientos de obras más, cuya lectura nos modifica la vida para siempre. Es tan fuerte como realidad que quienes las han leído tienen la convicción de haberla vivido, en la emoción, en el dolor, en el amor. Sábato, contaba que soñaba con llegar a Francia para irse, directo, al pueblo donde vivió Emma Bovary, a buscar su casa, sus huellas, su perfume. Pero bueno, respondiendo a su pregunta de cómo se construyen los personajes de Ríoseco, puedo afirmar que es el narrador, en este caso, el Fantoche, quien nos cuenta la historia, nos muestra los personajes, despliega los conflictos, etc. Yo, en tanto autor no soy más que un intermediario, una suerte de amanuense encargado de transcribir lo que el narrador quiere contar.

¿Qué aspecto de la realidad transgrede la ficción con Rioseco y todo lo que acontece en él?

Creo que todo, empezando porque el nombre de Ríoseco de suyo es una mezcla de absurdo y de tragedia, pues, un río sin agua no es río. Es una quebrada, un río más que seco, muerto. Por otra parte, el Fantoche, que es el narrador es un personaje simple del pueblo quien nos entrega la historia entera desde su voz, desde su ojo. Y eso es una transgresión enorme ya que puede ser todo una monumental mentira de ese personaje loco que incluso a la divina Chela termina por convertirle en una bruja, algo así. El resto, es igualmente un mundo absurdo, un pueblo regido por la fatalidad del éxodo, la sequía, la locura, el encierro. Maldeojo es una novelina que metaforiza lo que sucede en la realidad, pero no como un retrato sino como una reinvención enteramente imaginada y convertida en escritura.

¿La ficción de Rioseco nace de algún hecho real que Huilo vivió, vio, escuchó?

El solo referente es que en la niñez y adolescencia, visité con frecuencia los pueblitos abandonados, silenciosos, casi vacíos a causa del éxodo, allá en Imbabura. Siempre me impresionó su abandono, su tristeza, su implícita fatalidad ligada a la inercia.

¿En qué momento decidió transformar un cuento, Fetiche y Fantoche, en una novela, Maldeojo? Esto es algo que se repite en la narración de Huilo, ¿por qué? ¿No es esto un método para reciclar personajes?¿Van a volver los personajes en otra ficción?

A veces, los textos cortos se quedan ‘cortos’ con relación al caudal que puede ir soltando una determinada historia o personaje. Eso es lo que me ocurrió con esta historia que evolucionó del cuento Fetiche y Fantoche a la novela Maldeojo. Tengo otra novela sobre Ríoseco, que la completa o la desarrolla, pero sigue inédita y no sé hasta cuándo.

¿Estaría de acuerdo en que la ficción de Rioseco está cargada de imágenes grotescas que transgreden el mundo ficcional? ¿Cuáles son esas imágenes? ¿Qué transgrede?

En nuestro país somos tan conservadores como en Ríoseco las viejas chuchumecas. Apenas se descoloca algo o adopta otro funcionamiento se lo toma como transgresión, por poco, como agresión. La literatura, por naturaleza, viola la norma, rompe la frontera, reinventa, provoca, sacude lo políticamente correcto. Lo bello no está en la belleza tradicional, pasiva, destinada a ser contemplada. Lo bello está en la poesía que justamente suele encontrarse fuera del centro, del canon, en territorio más bien marginal. En el otro lado de lo que vemos, no en lo que tiene luz sino en las tinieblas, en la pasión, en el miedo, en lo obsceno. Acá el lector ordinario se espanta, como si del texto le saltara a la cara un escorpión, cuando ve una palabra procaz, aunque nadie se incomoda si a la misma palabra se la oye, o se la pronuncia decenas de veces diarias. En otros ámbitos menos puritanos y por supuesto en muchas obras literarias, estas palabras escritas son tan normales, e indispensables ya que los personajes y sus vidas son iguales que las nuestras, incluso en los lenguajes.

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