POR MARÍA EMILIA GARCÍA
«Qué difícil es tener algo, ¿verdad? Difícil conseguirlo, complicado conservarlo. Este es un planeta terriblemente resbaladizo».
—El dragón rojo, Thomas Harris
El 29 de agosto de 2015, NBC emitió el último capítulo de la serie Hannibal. Una producción que nació del deseo de explotar una vez más la afamada franquicia en torno a uno de los villanos más reconocidos del siglo XXI, el Dr. Hannibal Lecter, un brillante psiquiatra y caníbal, y cuya adaptación más valiosa escapó de las manos del legendario productor italiano Dino De Laurentiis y terminó siendo aclamada por la crítica.
El desencuentro de De Laurentiis con la saga empezó en 1983, cuando compró los derechos de la segunda novela publicada por el escritor estadounidense Thomas Harris, llamada El dragón rojo, para adaptarla al medio cinematográfico bajo el nombre de Manhunter, porque en esos tiempos cualquier cosa que llevara la palabra «rojo» era sinónimo de comunismo. La película, dirigida por Michael Mann, y donde aparece por primera vez el personaje arriba mencionado, fracasó en taquilla.
Por eso, cuando Harris publicó su tercera novela, El silencio de los inocentes (secuela de El dragón rojo), en 1988 y hubo interés en llevarla al cine, De Laurentiis decidió ceder los derechos. De esa forma, pensó que si la película llegaba a fracasar como la anterior no perdería nada y si tenía éxito estaría en posesión de un bien revalorizado. Lo que no se imaginó fue que esa adaptación terminaría ganando cinco premios Oscar y daría vida al culto en torno a uno de los villanos favoritos del cine actual gracias a la brillante interpretación de Anthony Hopkins.
Es probable que esa pequeña falla de visión molestara a De Laurentiis por el resto de su vida y por ello buscó la forma de explotar esa franquicia posteriormente. Primero en el año 2000 con Hannibal, la secuela de la ganadora del Oscar, luego en el 2002 con una nueva adaptación de El dragón rojo y, finalmente, en el 2007 con Hannibal Rising. Las dos primeras tuvieron buenos resultados en taquilla, mas la última fue un fracaso rotundo.
Dino De Laurentiis murió en el 2010, pero su deseo de reivindicación a través del personaje de Lecter perduró en su esposa Martha De Laurentiis. Tras su muerte, ella decidió llevar la saga a un nuevo medio: la televisión. Por ello, en el 2013, cuando escuché la noticia de que iban a sacar una serie llamada Hannibal acerca de los sucesos previos a los eventos de El dragón rojo estaba escéptica.
Hannibal Lecter es uno de mis personajes favoritos, pero sentía que nada bueno podía salir de seguir explotando la saga. Hannibal Rising había sido horrible, ¿qué se podía esperar de una serie de televisión? Pero estaba equivocada, extremadamente equivocada.
Me senté casualmente a ver el primer episodio y fue mágico. La serie resultó ser una obra de arte, desde la fotografía, con sus sombras y planos a contraluz, hasta la reimaginación de los personajes y eventos de la saga a manos de Bryan Fuller (guionista estadounidense de series de TV), quien le imprimió nueva vida al personaje de Hannibal Lecter.
Hasta ese momento, el gran personaje que despertó el terror masivo de los espectadores en El silencio de los inocentes se había ido diluyendo con las continuas adaptaciones. La avidez del público por él había llevado a su creador a convertirlo de un asesino cuya motivación era inexplicable a un antihéroe cuyas víctimas resultaban ser peores criminales o personas que él, lo cual justificaba su muerte.
La serie se atrevió a hacer lo opuesto. Desde el primer episodio, se ve al personaje del Dr. Lecter, ahora interpretado por Mads Mikkelsen, matar una chica al azar solo para dar una pista al investigador principal y luego avisarle a otro asesino que el FBI ha descubierto su identidad segundos antes de llegar a su casa, solo para crear caos. Ese fue el truco.
Bryan Fuller era un seguidor de las novelas de Thomas Harris y sabía, como fanático que era, lo que quería ver. En muchas entrevistas, él describe su proceso creativo como el de un fan escribiendo fanfiction. Por eso se puede decir que una de las mejores características del programa es que los eventos de las novelas toman giros inesperados. Algunos de los personajes son de sexo o raza diferente. Frases o líneas que habían sido dichas por unos personajes pasan a ser de otros. Entonces, la serie se vuelve una especie de realidad paralela de la saga.
Lamentablemente, a pesar de llegar a ser aclamada por la crítica, nunca logró tener la audiencia necesaria para mantenerse al aire. Esto se puede entender al analizar su contenido trasgresor. Una serie cuyo personaje principal es un caníbal elegante, donde episodio tras episodio se muestra esta práctica de la forma más atractiva posible, con platos que se ven exquisitos a pesar de saber lo que contienen es algo que puede llegar a incomodar la consciencia del público. Eso sin mencionar lo explícito de ciertos actos violentos.
Hannibal no es el típico programa sobre asesinos en serie con formato de resolución de casos; es una serie cuya propuesta parece sacada del ensayo satírico del escritor inglés Thomas De Quincey: Del asesinato considerado como una de las bellas artes. En eso radica su singularidad.
Aún no se sabe con seguridad si este es el fin de la serie, o si revivirá después en otra cadena u otro formato. Esperemos que sea lo primero y que alguna cadena tenga el buen gusto de adquirirla.