POR MIGUEL MUÑOZ
Esta nueva temporada de True Detective, creada y escrita por Nic Pizzolatto, se traslada de Louisiana a California. Aunque con diferentes personajes y trama, la serie mantiene sus motivos principales; es decir, no deja de ser un policial noir con toques del género gótico —que combina el horror con lo sobrenatural y algunos temas del romanticismo.
Cary Fukunaga, el director de la primera temporada, fue sustituido por Justin Lin, quien es más conocido por haber dirigido algunas películas de la más o menos infame franquicia de Fast & Furious. Pero antes filmó Better Luck Tomorrow, un drama de crimen que fue muy bien recibido por la crítica. Así que Lin sabe manejar grupos grandes en cámara y sobre todo sabe cómo filmarlos en situaciones no del todo legales.
Una escena magistral con Lera Lynn tocando en vivo |
Si antes la influencia principal de Pizzolatto había sido el gótico sureño y el horror filosófico de Thomas Ligotti, ahora el ambiente es puro policial de California: capos que buscan legalizar sus negocios, hippies viejos, actrices que manejan ebrias, policías corruptos, mansiones rebosantes de arte contemporáneo y simbolismo kitsch —incluyendo, quizás, el culto a la Santa Muerte—, y grandes autopistas rodeadas de zonas industriales.
El escenario es Vinci, una ciudad ficticia casi deshabitada que sirve como lavadora industrial de dinero. Esto puede frenar a ciertos espectadores que antes, durante la primera temporada, creían que todo lo que veían podría o pudo haber ocurrido. Ahora hay una capa de ficción que funciona como telón, la tan mentada cuarta pared.
Aunque no es ideal comparar una temporada con la otra, sí es necesario encontrar los puntos en que ambas se encuentran o se separan, porque la serie tiene el mismo creador y debe mantener su solidez. Es ahí donde Pizzolatto tiene su punto débil, como si se hubiera visto forzado a buscar otras influencias extrañas para él y al mismo tiempo hacerle caso a los reclamos del público.
El personaje de Rachel McAdams se llama Antigone (hija de Edipo y Yocasta), su hermana es Athena (mal llamada diosa del amor en la serie; en realidad, es la diosa de la sabiduría y la compañía de los héroes) y su padre, con quien padece de daddy issues, es un hippie que da clases en el instituto Panticapaeum (una antigua ciudad griega). Todo muy superficial y algo obvio. ¿Tendremos que leer a los griegos otra vez? Quizás no.
Taylor Kitsch interpreta a Paul, un exmilitar con traumas evidentes (cicatrices en su cuerpo) y exageradamente cariacontecido, incluso cuando su novia —Adria, la hija de Ricardo Arjona, dicho sea de paso— le hace una felación. Él es quien descubre el cadáver sin ojos de Ben Caspere, el funcionario a quien todos buscan, al pie de una carretera.
Finalmente, Colin Farrell, quien parece que sí sabe actuar, es Raymond Velcoro, un policía al servicio de Vince Vaughn, el capo. Ray empezó a trabajar para este mafioso cuando su mujer fue violada y este lo ayudó a encontrar al culpable. Fruto de esa violación, aparentemente, es Chad, el hijo gordito de Ray quien sufre de bullying. Un punto alto de este confuso capítulo es cuando Ray va a la casa del abusador de Chad y hace que vea cómo golpea a su padre.
Antes de condenar a Pizzolatto de violento y machista, asombra ver que en este nuevo comienzo no hay desnudos explícitos ni escenas fuertes de sexo, además de que se ha incluido más de un personaje femenino con tendencia a resaltar. Es como si el lobby de la corrección política se haya impuesto sobre Pizzolatto, con las consecuencias de que los temas que mejor maneja este autor se hayan desplomado.
Y aunque hay una mujer desaparecida, un cadáver y un asesino que va por ahí con una máscara de cuervo, los casos en True Detective son accesorios. Lo que importa es el personaje de historia torcida que se busca a sí mismo. Esa búsqueda es la esencia de la serie, y su final, la posible redención apoteósica: el verdadero policía. Ahora hay un trío de caracteres, hasta ahora poco desarrollados, que deberán conocerse y aprender a confiar en el otro.
Rustin Cohle decía que solo hay una historia: la luz contra la oscuridad. Por esa vía habría que internarse para desentrañar esta nueva temporada. No se puede esperar nada demasiado malo si los capítulos se siguen abriendo con Leonard Cohen («Nevermind» se escribió primero como poema) y cerrando con Nick Cave.