POR MILICA PANDŽIĆ
La decisión de no proyectar The Interview dadas las amenazas y los ataques cibernéticos realizados por un grupo de hackers en contra de Sony Pictures ha causado muchísima decepción alrededor del mundo, no sólo entre personas que estaban esperando ver ésta película sino entre quienes se interesan por la libertad de expresión. Uno de los argumentos que más se ha compartido es que The Interview es El Gran Dictador de nuestra época, y así como El Gran Dictador fue proyectada, The Interview debería seguir el mismo camino. A simple vista, parecería una fácil comparación –ambas sátiras sobre dictadores–, pero en realidad existen diferencias entre las dos películas y sus circunstancias que hacen que los paralelos sean difíciles de trazar.
El Gran Dictador es una comedia producida por Charlie Chaplin en el año 1940, en la cual, con personajes ficticios, se burlaba tanto de Hitler como de Mussolini. La película termina con una clara declaración política y actualmente es considerada un clásico del cine. The Interview, por otro lado, es una película cómica de Seth Rogen y Evan Goldberg que retrata a un Kim Jong-un fanático de Katy Perry, y quien, durante la trama de la película, muere incinerado. A diferencia de la primera, ésta película no busca enviar ningún mensaje político y muchos de los críticos que la han visto la han calificado como una sencilla comedia de “humor vulgar”.
Las diferencias circunstanciales son más relevantes aún. El contexto político de El Gran Dictador era mucho más delicado. Una guerra mundial y la posibilidad de que Estados Unidos entre al conflicto en contra de países con un poder político y militar temible –Alemania, Italia, Japón, la Unión Soviética– son situaciones muy distantes a lo que tenemos hoy. La Alemania Nazi no era un enemigo fácil, Corea del Norte sí parece serlo. No sólo es un país con casi ningún aliado además de China –la cual está muy entretenida con el comercio mundial como para estar interesada en conflicto bélico–, sino también es un país empobrecido y debilitado por el comunismo autoimpuesto.
Por otro lado, Charles Chaplin Productions, United Artists –la productora y la distribuidora de El Gran Dictador, respectivamente– o los Estados Unidos de América nunca recibieron ningún tipo de amenaza de parte de la Alemania Nazi o sus adeptos por el estreno de la película, y es muy difícil saber cómo se hubieran desenvuelto las cosas sí efectivamente ésta se hubiera dado.
Esta diferencia es muy cercana a las circunstancias históricas. En 1940 no existía el Internet, la información fluía relativamente despacio y por supuesto, era mucho más fácil de controlar entre fronteras, por lo que la simple prohibición de la proyección de la película en Alemania fue suficiente para evitar su circulación entre sus ciudadanos. Esto no sucede en nuestros días. Incluso en los lugares más aislados del mundo, como Corea del Norte, es difícil evitar el intercambio de información, y si bien ambos regímenes comparten una base muy fuerte en la ideología, la fortaleza de Alemania hacía que una sátira no se convirtiera tanto en una amenaza como lo es para Corea del Norte y sus débiles cimientos.
Cabe mencionar que sí existieron varios intentos de censura con El Gran Dictador para evitar conflictos políticos y militares. El más relevante fue de parte del gobierno británico, que había dispuesto no proyectar la película en su país. Sin embargo, al momento del estreno de la película, Reino Unido ya se encontraba en guerra con Alemania, por lo que los argumentos anteriores perdieron su validez y la película fue proyectada.
Por estas razones, asimilar The Interview con El Gran Dictador es una tarea complicada. Me atrevería a decir que el caso de la primera es único en la historia. No obstante, el punto común aquí es que la censura a películas cómicas por razones políticas significa un retroceso a la libertad de creación artística y a la libertad de expresión. Es verdad que las amenazas terroristas y el robo de información a Sony han colocado a la compañía en una situación complicada, pero ceder ante las presiones de un régimen totalitario sienta un peligroso precedente para la libertad en la industria cinematográfica.
Y no sólo eso, sino que convierte a Kim Jong-un en el gran dictador de nuestros tiempos. Con la censura a The Interview, el dictador norcoreano gana y la libertad en el mundo pierde. Es trascendental interiorizar lo que esta censura significa, y más importante aún, lo que significa que Kim Jong-un sea un dictador.
Ser el gran dictador de Corea del Norte significa ser la cabeza de un régimen que, según el último reporte de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, “trata de dominar todos los aspectos de la vida de sus ciudadanos y los aterroriza desde dentro” y que “adoctrina a los ciudadanos desde su infancia, suprimiendo toda expresión política o religiosa que cuestione la ideología oficial y controla estrechamente los movimientos físicos de sus ciudadanos y los medios que utilizan para comunicarse entre ellos y con ciudadanos de otros países”. Un Estado que monopoliza la distribución de alimentos y “otorga prioridad a los que son útiles para la supervivencia del sistema político actual a expensas de los que se consideran superfluos, conduciendo a uno de los peores casos de hambruna de la historia reciente”; que recurre a “las ejecuciones públicas y las desapariciones forzadas de campos de presos políticos para someter a la población por el terror”; y que cuenta con instituciones y funcionarios que comenten “violaciones sistemáticas, generalizadas y graves de los derechos humanos que, en muchos casos, constituyen crímenes de lesa humanidad”.
La realidad suele ser más cruda que la ficción, y este caso no es la excepción. Tal como menciona Human Rights Foundation en su campaña #HackThemBack: “la decisión de Sony constituye una bofetada en la cara a cualquier persona en cualquier parte del mundo que alguna vez se haya sacrificado para defender la libertad de expresión”. Y dimensionar de qué clase de régimen provienen las amenazas que causaron la censura, es una doble razón para indignarse.
Sin embargo, como es característico del mundo libre, y aunque Sony no se retracte de su decisión, tarde o temprano The Interview encontrará una manera de llegar a las audiencias, incluyendo las norcoreanas –varias iniciativas ya están trabajando al respecto–, demostrando que cada vez es más difícil subyugar al mundo a deseos dictatoriales.
Actualización:
Sony se retractó parcialmente de su decisión y se ha decidido por un “estreno limitado” de la película. Esperemos que más teatros se unan a la iniciativa de proyectarla.
Nota: artículo publicado originalmente en el blog de Estudiantes por la libertad.