El escritor fantasma: redescubriendo a Marcelo Chiriboga

Cortesía de la Fundación Marcelo Chiriboga

A mediados de los 90, un equipo de reporteros mexicanos viajó a Ecuador para continuar una serie de entrevistas a los grandes escritores del boom latinoamericano. Comandados por Julio César Langara, los mexicanos arribaron en busca del escurridizo Marcelo Chiriboga, quizás el mejor de todos los autores de ese ambiguo grupo. Pero nada más llegar al país se dieron cuenta de que su tarea sería más complicada de lo que habían imaginado. De Chiriboga nadie sabía nada, mucho menos de sus libros.

Como buen periodista, Langara decidió salir del aprieto visitando el lugar donde se desarrolla la obra maestra de Chiriboga, la novela La línea imaginaria, y armar un programa con las sobras que encontrara en el camino. Fueron a explorar el antiguo territorio amazónico de Ecuador y, cuando parecía que la solución a sus problemas aparecía, se encontraron en medio de fuego cruzado. Literalmente: la guerra del Cenepa había comenzado. Así, Langara y su equipo, como soldados inexpertos y extraviados en tierra de nadie, revivieron sin quererlo la trama del famoso libro.

Esto lo cuenta Langara en el nuevo documental del cineasta ecuatoriano Javier Izquierdo, Un secreto en la caja. Con entrevistas a quienes lo conocieron, entre ellos su hija Sofía, esta película cuenta la azarosa vida del invisible autor. O, más bien, habría que decir fantasma, porque Marcelo Chiriboga fue indudablemente silenciado y dado por muerto por la mezquina intelligentsia de su propio país.

Nacido en 1933 en las faldas del Chimborazo, Chiriboga fue hijo de Bartolomeo, un militar retirado, y de Beatriz, quien provenía de una familia de antiguos terratenientes. Tuvo dos hermanos, Eloísa y Antonio, quien murió en la guerra del 41 —un tema, el bélico, que ocuparía un lugar central en la obra del futuro escritor. Ya de adulto, Marcelo trabajó como periodista para el diario quiteño El Comercio hasta 1962, cuando se unió brevemente a los guerrilleros del grupo Toachi. Su incursión en la lucha de clases provocó la escritura de Diario de un infiltrado y su exilio europeo. Pero Chiriboga no escogió París, como otros intelectuales de su generación, sino Berlín oriental, es decir, la parte comunista.

Durante su estancia en Alemania, Chiriboga escribió La línea imaginaria, que fue publicada por la editorial Terra, dirigida por el capo literario Alberto Castellet. Casi por la misma época, su libro de cuentos Jardín de piedra ganó el prestigioso premio de la Casa de las Américas. La creciente fama mundial de Chiriboga, sin embargo, era inversamente proporcional en Ecuador, donde el presidente Velasco Ibarra prohibió la edición de sus obras y personalidades de la cultura oficialista, como Benjamín Carrión, Guayasamín y Jorge Enrique Adoum, calificaron a su obra como traición a la patria y lo acusaron de ser un invento de otros escritores. Por si fuera poco, se le prohibió el ingreso al país.

Mientras tanto, Chiriboga se casó con la actriz alemana Remi Lowenstahl, con quien tuvo una sola hija, Sofía, quien hoy es una artista visual residente en Nueva York. A su boda asistieron, entre otros, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, quienes en un confuso episodio terminaron a los golpes. Hannes Krug, amigo de Chiriboga, confiesa en el documental que el motivo de la pelea fue la captura del escritor cubano Heberto Padilla por orden del dictador Fidel Castro.

Años después, Chiriboga se mudó finalmente a París, donde sucumbió ante el alcohol y escribió La caja sin secreto, quienes algunos califican como una dura crítica a los años del boom. Durante la corta presidencia de Jaime Roldós, se le permitió la entrada al país a Chiriboga, pero, en lugar de ser triunfal, su regreso coincidió con el agravamiento de una enfermedad que lo aquejaba desde París y la guerra de Paquisha, y culminó con la reclusión voluntaria en la casa de su hermana. Allí, Chiriboga continuó escribiendo maniáticamente hasta su muerte en 1990 a los 57 años, pero sin publicar una sola página.

Entrevistado por Joaquín Soler Serrano para su programa «A fondo» (en el que, dicho sea de paso, aparecieron Rulfo, Borges, Cortázar, Dalí, Polanski, etc.), Chiriboga dejó un breve consejo para los jóvenes: que escriban como si no tuvieran un país. Esa fue la receta para la gloria de un escritor fantasma, perfecto representante de un país imaginario de nacimiento. Que el documental de Javier Izquierdo sirva de ahora en más como punto de partida para recuperar la vida y obra de quien mejor supo interpretar ese malentendido llamado Ecuador.

Compartir