No quedará mucho que recoger bajo los escombros
Cuando estas mismas ruinas
Digan su nombre intentando desaparecer
No quedará mucho —tampoco
Del raquítico manojo de recuerdos olvidados
Simples flashes de una memoria que ya a nadie importa
En que la ciudad se veía a sí misma en sus ojos
No quedarán poemas-pulsión
Habitando dentro del turbo de mi esqueleto
En franco trance —elevación súbita
Donde el agua de una fuente sorbe de la punta de un cable eléctrico,
Toda la poesía que hay en la cresta de las olas
No quedará ninguna agitación bajo los puentes
Ni la estrangulación de los besos explorando lo profundo de la boca
En dos vagabundos pretendiendo redefinir el concepto de fricción
No quedarán ya ni las bombas desmanteladas
Aquellas madres-muerte
Que borraron países de un tajo a la raíz primordial
Previo ensayos nucleares
En desiertos que se mudan a través de las regiones que mutan
Según el efecto invernadero
No quedarán zombies, ni luces, ni estrellas
Ni manchas de esperma sobre la mezclilla
Ni bostezará la luna entre las antenas
Ni todo mi dolor como niebla sobre la planicie
Ni la esperanza para los elegidos
Ni el último recuerdo del último cerebro a punto de entrar en coma
O en puntos suspensivos,
Que son signos de interrogación que no preguntan nada
Porque no sigue nada
Porque no hay más nada
Porque no queda nada.
Estás loca, le dije.
Esperas a la madre y por eso te quedarás sola,
desvalida, incompleta.
Cuando amanezca en ese día,
en ese día en que solo fantasmas te ofrezcan flores
y una lluvia larga y densa te hunda entre recuerdos,
desearás que ese día dure solo una ráfaga,
algo menos que un segundo,
lleno de flashes microscópicos.
Está bien, puedo aceptarlo.
Nos quedaremos solos nosotros dos,
yo voy en el paquete arrastrando,
tirado por caballos desbocados.
Vaya nueva forma de morir en vida.
Y todo por esperar,
y todo por quedarse a ver qué pasaba,
a ver si volvía nuestro origen,
pero nuestro origen debía perderse,
y nos perdimos todos juntos,
todos, antes de separarnos.
Nos quedaremos solos como te decía,
y nuestra culpa es la única,
no hay otra en este cuarto,
no cabe otra en este cuarto,
en que esperamos el amanecer y la presencia,
reptando en medio de la penumbra.
Estás loca,
estamos enloqueciendo,
adentro de nuestra cabeza todo está girando,
solo veo huellas, cenizas del ardor de los años,
y su mano, abriendo la ventana.
Palabras de su boca pronunciando nuestro mundo.
Este sueño no termina,
desembocaremos directo al dolor cuando termine,
pero no queremos que termine.
Cerrando los ojos, no queremos que termine.