Carlos Fonseca: «Escribir siempre debería ser algo secreto»

Fotografía de Claire Newman-Williams
El escritor costarricense Carlos Fonseca, quien recientemente publicó su primera novela, Coronel Lágrimas, responde las Matapreguntas de Matavilela. Además, nos cuenta lo imposible que resulta escapar de los clásicos: «A los dieciocho años, en un arrebato infantil y algo rebelde, me prometí nunca leer a Shakespeare. Me dije que leería a Cervantes y no a Shakespeare. Dos años más tarde, cuando ya me creía inmune a su obra, un amigo me preguntó cuales eran mis títulos favoritos. Le mencioné tres. Dos títulos de Javier Marías que me fascinaban: Mañana en la batalla piensa en mí y Corazón tan blanco. Y uno de Faulkner que era un clásico en sí: El sonido y la furia. Mi amigo no podía no reírse. Todos salían de Shakespeare. Todavía hoy, años más tarde, pienso que tal vez para ocultar esa terrible pero necesaria humillación me mudé a Londres».




¿A qué escritor resucitarías? ¿Para qué?

Resucitaría sin lugar a duda a Juan Rulfo, a ver si rompiendo su silencio, nos enseña a narrar de nuevo… Rulfo sabía mucho de muertos que narran. 

¿Cómo te gustaría ser leído?

Me encantaría ser leído en la ducha, con el agua corriendo, como dice Roberto Bolaño que leía Mario Santiago Papasquiaro. 

¿A qué personaje literario no te gustaría tener como enemigo?

A Don Quijote. Le temo muchísimo a los lectores obsesivos. Son la gente más loca… 

¿Qué tienen en común los escritores y los banqueros?

Que para ambos el problema, como bien lo sabía Roberto Arlt, es de dónde sacar dinero para sobrevivir. 
¿Cuál es tu secreto peor guardado?

Que escribo libros. Escribir siempre debería ser algo secreto. Publicar es de por sí cierta indiscreción. 
«Ay Dios mío, ¿y ahora qué?», solía ser el primer pensamiento mañanero de Bukowski. ¿Cuál es el tuyo?

“La verdad que esto se empieza a repetir…”

¿Con qué libros habrías enloquecido a Don Quijote en lugar de los de caballería?

Me gusta pensar que nuestros Don Qujotes actuales son los lectores obsesivos de noticias… Un hombre obsesionado con repetir el mundo tal y como nos lo muestra la prensa. 

¿Qué es lo esencial que es invisible a los ojos?

La mirada. Nunca nos vemos viendo, tal y como nunca nos escribimos escribiendo, por más que nuestra época metaliteraria se esmere. 

Si la supervivencia de la literatura depende, como en Fahrenheit 451, de memorizar un libro, ¿cuál sería, por qué?

Memorizaría el proyecto inconcluso de Flaubert, Bouvard y Pécuchet, una gran sátira sobre dos ingenuos que pretenden recopilar el conocimiento universal. Con esa segunda parte del libro, El Estupidario o Diccionario de Prejuicios, creo que podríamos recrear el mundo entero. 


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