POR: MIGUEL MUÑOZ.
Creemos saber lo que es la migración, lo que es ir de un lugar a otro, pero nuestras certezas son mínimas. A pesar de que muchos de nosotros conocemos a alguien que haya migrado, si es que no lo hemos hecho nosotros ya, éste es un fenómeno que va más allá del cambio de domicilio y de la búsqueda de un mayor ingreso económico. En Sam no es mi tío (Alfaguara, 2012) estamos ante “trozos de ideales destrozados”, como apuntan Diego Fonseca y Aileen El-Kadi, sus editores. Es decir, en una época en la que no es posible seguir definiendo a la identidad nacional, ni mucho menos construir una narrativa total alrededor de ella, este libro surge como una micro-historia contemporánea que nos acerca a esa tierra de la soledad que es Estados Unidos para sus inmigrantes, que son casi todos.
Narrar la migración es narrar una genealogía intrazable, en la mayoría de los casos; en otros, un loop que no lleva a ninguna parte: volver para volver. Sam no es mi tío es un libro que se construyó desde dentro, bajo la mirada de quienes llegaron de fuera pero que terminaron identificándose, y a la final, reconfigurando un país. En esta entrevista El-Kadi, de origen brasileño y radicada en Texas, nos aproxima al sentido voluble de la migración, y al germen de un libro que cuenta con los prosistas más sofisticados y audaces en la Latinoamérica de hoy reflexionando el tema desde su propia subjetividad, tal vez la mejor manera de hacerlo.
El título original del libro era Wi de Pipol, “en una línea sarcástica al concepto de nación homogénea, coherente, unidimensional”, cuenta El-Kadi. Pero una de las editoras de Alfaguara sugirió Sam no es mi tío, y quedó porque “mantenía el cuestionamiento al qué hacemos y quiénes somos nosotros, los latinoamericanos, aquí”. Por otro lado, aclara El-Kadi, incluye dos temas centrales de las discusiones políticas en EUA: Sam en la cuestión de reclutamiento militar (sobre todo de Latinos) y el Tío (parentesco) en la identidad genealógica: el apellido te señala inmediatamente como inmigrante hispano.
¿Por qué hacer un libro así?
Tanto a Diego Fonseca, el co-editor del libro, y a mí nos interesan las relaciones entre EUA y América Latina en diversos aspectos. Ambos trabajamos en los EUA hace varios años, él como periodista, yo como académica. El tema migración fue escalando como tema candente, complejo y polémico sobre todo en los últimos años, y ya desde 2001 con el ataque terrorista a las Torres Gemelas, había en el ambiente cuestiones relacionadas al racismo, violencia hacia el extranjero, decisiones de carácter político por parte del Estado en relación a la ‘legalidad’ o ‘ilegalidad’ del indocumentado, por ejemplo que levantaban bastante polvo. Creímos que era el momento apropiado de presentar un texto que expusiera cuestiones relacionadas con estas problemáticas desde puntos de vista distintos de los que ya se conocían. Hasta ese momento no había ningún libro que ofreciera lo que nosotros queríamos ofrecer, esto es, un puñado de crónicas (no ficciones) escritas por periodistas, escritores, académicos latinoamericanos que narraran su experiencia ‘migrante’ a EUA. No se trataba de testimonios de migrantes rurales o de clase baja (hay excelentes textos sobre esto) sino el de otro grupo social con otra formación educativa, otra experiencia migrante.
Entonces, ¿hacía falta hablar de la migración latina de esta forma, en crónicas, y no en, por ejemplo, cuentos? ¿Cuál es el valor del relato de lo «real»?
Definitivamente. Cuentos sobre la experiencia AL-USA están en Se Habla Español, de Edmundo Paz-Soldán y Alberto Fuguet (2000). Hubo, para Sam No Es Mi Tío una urgencia dada por cierto contexto histórico, esto es, por la concreta realidad y la problemática que esa realidad presenta, su inmediatez. Por ejemplo, yo vivo en Texas cerca de la frontera con México ahora, y muchos de los periodistas que trabajan en la cuestión de la violencia en México comenzaron a publicar crónicas como un modo no solo de denunciar la situación de su país, sino también porque el periodismo per se de los medios no les permite el formato y espacio necesario para incluir el componente subjetivo, íntimo, narrativo que tiene la crónica. Como afirma Sergio Ramírez, es por medio de la crónica que el periodismo pasa a los libros. Necesario en tal caso, y necesario también, creo, en el caso de Sam No Es Mi Tío, pues queríamos que los escritores pudieran reflexionar y contar desde una cronología de hechos factuales, lo que significó para ellos EUA como migrantes. La elección de un género, pienso, responde a necesidades y decisiones estéticas y políticas del escritor.
¿Para qué lector: el estadounidense o el latinoamericano?
Ambos. Y para muchos otros. La migración es un fenómeno universal. Las historias narradas en estas crónicas podrían ser historias que suceden en otras geografías y en otras culturas. Por supuesto, existen referentes y condiciones históricas especificas del territorio norteamericano, pero creo que no por eso no son interesantes para cualquier lector.
En el libro encontramos desde relatos autobiográficos (como el de Eduardo Halfon) hasta crónicas “periodísticas” (Gabriela Esquivada, Juan Pablo Meneses), ¿hubo algún acuerdo entre los editores y los autores acerca del soporte ideal para una «crónica migrante»? ¿Cómo fue, en síntesis, el proceso de convocatoria y selección?
No queríamos ser obvios. Esto es, podríamos haber simplemente armado un grupo de cronistas conocidos. Pero nuestra idea fue ofrecer una multiplicidad de voces, distintos puntos de vista que evitaran crear algo homogéneo y formulaico. Así entran la visión del académico, del escritor de ficción y del periodista. Por otro lado queríamos autores polémicos, audaces, creativos, críticos. Creo que parte de la elección de los autores es que el libro posibilitara el diálogo múltiple desde adentro y desde afuera y que se trataran temas importantes de una manera aparentemente ‘simple’ y de fácil lectura; así asuntos como la crisis económica, el terrorismo, la discriminación, los derechos humanos, se filtran a través del relato más intimista como es la autobiografía, o historias que se sienten familiares, conocidas. Tuvimos, si se quiere, un criterio político pero también un criterio estético, y formamos un gran equipo.
Gabriela Esquivada dice en su crónica que el viaje no termina hasta regresar; sin embargo, la idea que trasciende a lo largo del libro es ésta: regresar a casa es la muerte. ¿Cuál crees que es el fin de la migración, su estado definitivo?
La migración, o sea, el desplazamiento territorial para ir a vivir a otro lugar, involucra lo económico (material) y lo político (circunstancias negativas que obligan a salirse del lugar de origen), pero también lo afectivo, esa parte inmaterial es un componente muy importante de los procesos migratorios. Los referentes del migrante sufren alteraciones que afectan la construcción del individuo como ciudadano. No hay, por lo tanto, un estado de cierre, definitivo de la migración, es siempre un proceso inconcluso y abierto. La casa, pienso, es eso, un conjunto de certezas y referentes que con el tiempo se deforman, pero que el migrante debe mantenerlos para dar sentido al viaje y a esa decisión de irse. Uno los conserva sintiéndolos atemporales. Nunca lo son.
¿Se están cambiando las identidades por las identificaciones, crees que el libro es un reflejo de aquello?
Definitivamente. Yo creo que las identidades, como se las concebía en los 60 y 70 ya no son válidas. Las identidades van acompañadas de ideologías y fuertes convicciones dicotómicas, definidas y excluyentes. Creo que esas identidades acabaron siendo negativas pues crearon ideas y comportamientos estereotípicos de lo que significa pertenecer a tal o cual categoría. Ser de izquierda o de derecha, ser gay o heterosexual, ser religioso o ateo, clasificaciones quelas generaciones posteriores cuestionan, rompen esas ‘cajas’ y se despegan los rótulos, mostrando sus propias complejidades como individuos. Cuando decís, por ejemplo“mi identidad es ser mexicano”, ¿qué cosa estás afirmando? ¿Es lo mismo ser un indígena de Chiapas que parte de la élite de Monterrey, por ejemplo? ¿Qué une al bracero cubano con los republicanos cubanos de Miami? El concepto de identidad no permite la porosidad que da la multiplicidad de discursos. Cuando hablo de identificaciones, me alejo de esos conceptos acríticos y cerrados que pretenden definir homogéneamente a los individuos. Opto por la elección de poder identificarte con una serie de comportamientos y características sin que las mismas te definan y excluyan de otras. Apuesto, apostamos, en abrir fronteras, no cerrarlas. Fragmentar lo monolítico.
Siguiendo la pregunta anterior, ¿no estarían, con el título de Sam no es mi tío, reproduciendo una identidad prejuzgada aún cuando el contenido de las crónicas viene a decir lo contrario: que un país es la suma de sus individuos (migrantes latinos incluidos)?
El título es sarcástico y político. Justamente rompe con esa idea y proyecto yankee. El Uncle Sam original del cartel “I Want You”, es una personificación del gobierno norteamericano desde principios del siglo XIX; en el siglo XX fue usado para reclutar soldados para las guerras, o sea un Tío Sam militarista y oficialista que pide vidas para defender una nación. Hoy en día un gran porcentaje de esos soldados reclutados son latinos. EUA los necesita para sus guerras, para el voto, para la industria, para la economía, para el campo, para los trabajos informales. Pero al mismo tiempo deportan al latino, crean políticas racistas, discriminan. Les molesta que formemos parte de su nación. Pero nosotros somos también esta nación. Somos sus no-sobrinos, les guste o no, entonces el titulo seria algo como Tú, que no eres nuestro tío, no nos defines a nosotros, somos nosotros, inmigrantes, quienes estamos re-definiendo este país y sus sistemas.
¿Qué queda para el latino de ese antiguo American Dream anglosajón y protestante?
Tendrán que leer el libro para averiguarlo. Muchas veces es una pesadilla, otras un sueño transformado y ya no tan sajón y burgués.
¿La inserción de la crónica de Anderson es una manera de romper el mito del patriota americano? ¿No creyeron necesario un mayor contraste desde el lado norte de la frontera?
Son crónicas migrantes escritas por latinos. Anderson es un casi-latino migrante que pasa más tiempo fuera que dentro de los EUA, lo adoptamos justamente por lo que decía al comienzo, queríamos romper con lo previsible y homogéneo. Nos apropiamos de un insider. ¿El lado norte de la frontera? bueno, la experiencia del norteamericano con los latinos narrada en crónicas sería un libro que me encantaría leer si se escribiera.
Revisando la biografía de los autores, notamos que los latinos se han tomado hasta la academia, ¿crees que hay un interés intelectual hacia Latinoamérica, o son justamente los latinos quienes han logrado desviar la mirada hacia su lugar de origen? Es decir, ¿seguimos siendo «el otro», o ya estamos asimilados?
Estos autores pertenecen a la clase-media “intelectual”, si se quiere. Con respecto al “otro”, seguimos siéndolo. Es más, me animaría a decir que el latino (el pobre, de origen rural) es el nuevo “negro” de las últimas décadas. El problema, para los norteamericanos, claro, es que ese otro es cada vez más numeroso y con más poder. 24 millones de latinos votan en EUA y sus votos fueron claves para que ganara Obama.
Si migrar es partirse, metafóricamente, en dos, ¿qué dejamos atrás y qué recogemos en el camino?
Yo creo que uno no se parte en dos, uno va fragmentando-se, pero también sumando-se, multiplicando su yo. Uno deja de ser un individuo marcado por ciertos condicionamientos regionales, culturales, ideológicos y aprende a incorporar y perder definiciones y certezas. El migrante debe aprender a adaptarse y para eso debe negociar lo que consideraba como intocable, esas identidades de las que hablaba antes. Se negocia desde la lengua hasta tu alimentación. Toda separación del espacio y de los seres queridos es dolorosa, pero cruzar fronteras es posibilitar el encuentro con ese “otro” antes desconocido y ahora nuestro vecino.